miércoles, 15 de agosto de 2007

Jesús no existió...

“Mientras la Providencia...ha...adornado nuestras vidas con el bien supremo: Augusto...y en su beneficencia nos ha concedido a nosotros y a quienes nos sucederán [un salvador] que ha logrado que cese la guerra y que pondrá todo [en un] orden pacífico...con el resultado de que el nacimiento de nuestro Dios señaló el comienzo de la Buena Nueva (=Evangelio) para el mundo por causa de él ...de aquí en más ...los griegos de Asia Decretaron que el Nuevo Año comienza para todas las ciudades ...y el primer mes será ...observado como el Mes de César , que empieza el 23 de septiembre, el día del cumpleaños del César
-/Decreto de cambio en el calendario sobre estelas de mármol en los templos asiáticos de Roma y Augusto (p. 217.
Danker, F. W. 1982 Benefactor: Epigraphic Study of a Graeco-Roman and New Testament Semantic Fiel. St. Luis. MO: Clayton Publishing House.)/-

La divinización y el culto rendido a una persona eran inconcebibles y repugnantes para la concepción político-teocrática del sentir socio-religioso del judío, basada en Yahvé, el Dios único.

Más de medio siglo antes de la era cristiana (a.e.c.), la deificación de una figura humana era algo natural para la cultura romana: "Cayo Octavio nació el 23 de septiembre del año 63 a.e.c. y se convirtió en hijo adoptivo y heredero legítimo de Julio César, asesinado el 15 de marzo del 44 a.e.c.. Luego de la deificación de César por el Senado de Roma el 1º de enero del 42 a.e.c., Octavio se convirtió inmediatamente en divi filius, hijo de un divino" (Crossan, J. "Jesús, una biografía revolucionaria" Ed. Planeta, Bs. As. 1996 p. 20).

Octavio, el fundador del imperio romano es proclamado Hijo de Dios. El poeta Virgilio se encargará de fundamentar la naturaleza divina del emperador en la Eneida y en la Cuarta Égloga. Mientras en la primera de estas obras narra la historia de la estirpe divina de los emperadores romanos, en la segunda celebra el "nuevo orden" que comienza con el imperio.

En la ideología del imperio, había un solo Señor, el emperador, el verdadero "señor del mundo" como señala Hegel.

En su lucha contrahegemónica las comunidades judeocristianas pasan a otorgar ese título romano a Jesús, el campesino de Nazaret; quien ahora llaman el Cristo, el Señor -Kyrios-. Por ello sufrirán persecusiones. Celso nos proporciona un buen testimonio sobre el tema. En efecto, al principio que sostienen los primeros cristianos sobre la imposibilidad de servir a dos señores, contesta Celso que ésas son "palabras de facciosos que quieren hacer grupo aparte y separarse del común de la sociedad". (Celso, "El discurso verdadero contra los cristianos" Alianza Editorial, Madrid 1989 p.111) Más adelante agrega Celso: "quien, hablando de Dios, declara que hay un solo ser al que se debe el nombre de ´Señor´, es un impío que divide el reino de Dios e introduce en él la sedición, como si hubiese dos partidos opuestos, como si dios tuviese delante de sí un rival para hacerle frente". (Id. p. 112). La indignación de Celso es explicable. Los cristianos admiten al Cristo como único Señor. Ello significa que se lo niegan al emperador y a los dioses del imperio. Celso vivió en el siglo II d.e.c.

La historia demuestra que el rumbo de los acontecimentos que determinan a un discurso como dominante, muchas veces es insólito. Más adelante un emperador declarará que Jesús es el único Dios del imperio.

Así un rabino judío que esencialmente no predicó nada nuevo, carismático y popular; cuya existencia real o imaginaria se remonta aproximadamente al año 30, terminó deificado al mejor estilo romano trescientos años después por el imperio romano, en tiempos del Emperador Constantino, durante el Concilio de Nicea, al que asistieron varios obispos.

En Egipto, 1200 años a. e. c. el grupo de los habirus se identificaba con los desposeídos (Rubén Dri. “El Movimiento antiimperial de Jesús” Ed Biblos, Bs. As. pág 29)... los evangelios canónicos coinciden en que Jesús opta por los más pobres...

A la figura central de la literatura neotestamentaria, curiosamente le atribuyen: 1) las profecías bíblicas que anuncian la venida futura de un líder mesiánico que traerá una era de paz a la nación, cosa que no sucedió 2) los mismos milagros llevados a cabo previamente por otros personajes mitológicos en aquél entonces muy conocidos, y 3) la resolución de situaciones que tienen que ver con la problemática de su contexto local mediante discursos y gestos propios de su cultura, y de pueblos vecinos o emparentados con la historia hebrea.

Como personaje literario, Jesús de Nazaret es un producto genuino de una pequeña nación periódicamente avasallada integralmente por diferentes invasores. El concentra el saber espiritual de un amplio espacio-tiempo, tan amplio que siguiendo esta línea podemos encontrar a los orígenes del cristianismo remontándonos al momento en que el hombre de las cavernas hizo algún gesto de caridad. No obstante el mérito del protagonista consiste en transmitir estas enseñanzas y ejemplos de vida en parábolas dotadas de un lenguaje sencillo, visual: nos habla del reino, la semilla, etc; logrando así una gran audiencia de público.

Dejando de lado las propuestas de solución a cuestiones morales prácticas pues se remiten a la conciencia colectiva hebrea de aquel entonces; seguramente un núcleo del mensaje neotestamentario todavía continúa siendo válido; aún fronteras afuera de la cultura que lo vió nacer aunque su intención no fuera tal. Será Saulo de Tarso, el ciudadano romano de origen judío, quien se encargará de predicar en otros pueblos la modalidad inculturada de judaismo que conocemos como el cristianismo.

Retomando el planteo que encabeza este trabajo, a la luz de todo el material aquí disponible, cabe entonces hacerse un interrogante fundamental: ¿tiene sentido realmente preguntarse si existió o no un sujeto histórico llamado Jesús en Judea hace 2000 años?

Por otro lado tal vez sea válido que en plano de las ideas, los pueblos imaginen desde sus propias concepciones y limitaciones intelectuales y éticas, un modelo divino, un hombre perfecto, llamémosle Cristo. Siempre y cuando tal modelo encarne un mínimo de valores universales a la luz de una permanete revisión, para así señalarlo generación tras generación con la mayor precisión posible. Por ejemplo un Cristo actual tendría un profunda conciencia ecológica.

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