miércoles, 16 de septiembre de 2009

Felicidad y creatividad

Selección especial de 4 artículos relacionados

-------1-------

Felicidad y Creatividad (Mihaly Csikszentmihalyi)
Este artículo, publicado en la revista "The futurist" en Septiembre-Octubre de 1997, resume gran parte del pensamiento de este indispensable teórico de la creatividad.

Felicidad y Creatividad

Las personas creativas difieren las unas de las otras en muchos aspectos, pero en uno son unánimes: todas aman lo que hacen. No es la esperanza de lograr fama o riqueza lo que las conduce; en vez de eso, es la oportunidad de hacer el trabajo que ellas disfrutan haciendo lo que las guía. Debemos asumir que no es lo que ellos hacen lo que cuenta, sino que cómo lo hacen.

Programados para la creatividad

Cuando se le da una lista a la gente preguntándole acerca de la mejor descripción de lo que disfrutan hacer más, la respuesta más frecuentemente elegida es el “diseñar o descubrir algo nuevo”. Pero la evidencia sugiere que por lo menos hay un grupo de gente que disfrutaría descubriendo y creando sobre todo lo demás.
Debido a mutaciones aleatorias, algunos individuos han desarrollado un sistema nervioso en el cual el descubrimiento de novedades estimula los centros de placer en el cerebro. Probablemente somos los descendientes de ancestros que reconocieron la importancia de la novedad, protegieron a aquellos individuos que disfrutaban siendo creativos y aprendieron de ellos. Debido a que tenían con ellos a individuos que disfrutaban explorando e inventando, estaban mejor preparados para enfrentar las condiciones impredecibles que afectaban su supervivencia. Nosotros también compartimos la habilidad para disfrutar casi todo lo que hacemos y podemos crear y descubrir algo nuevo al hacerlo. Esta es la razón por la cual la creatividad es tan placentera, no importa donde tenga lugar.
Pero hay otra fuerza que nos motiva, y es más primitiva y más poderosa que la tendencia a crear: la fuerza de la entropía. Esta también es un mecanismo de supervivencia construido en nuestros genes por la evolución. Nos da placer cuando estamos cómodos, cuando estamos relajados, cuando podemos sentirnos bien sin gastar energía. Sin este regulador interno podríamos agotarnos fácilmente y no tener las suficientes reservas de fuerza, grasa corporal, o energía nerviosa para enfrentarnos a lo inesperado.
Todos nosotros somos atraídos entre estos dos sets opuestos de instrucciones programadas en el cerebro. En la mayoría de los individuos la entropía parece ser más fuerte, y disfrutan la comodidad más que el desafío del descubrimiento. Unos pocos son más reactivos a las recompensas del descubrimiento. A menos que haya la suficiente gente motivada por el placer que proviene del enfrentamiento de los desafíos, no hay evolución de la cultura, ni progreso en los pensamientos o sentimientos. Así que es importante entender mejor en qué consiste el placer y cómo la creatividad lo puede producir.

¿Qué es el placer?

Ciertas personas dedican muchas horas a la semana a su trabajo sin ninguna recompensa de dinero o fama. ¿Por qué continúan haciéndolo? Está claro al hablar con ellos que lo que los mantiene motivados es la calidad de la experiencia que sienten en ese momento. Este sentimiento a menudo incluye esfuerzos dolorosos, arriesgados, que presionan la capacidad de la persona, y también incluye un elemento de novedad y descubrimiento.
Yo llamo a esta experiencia "flujo", porque mucha gente –artistas, atletas, científicos, gente común y corriente- han descrito el sentimiento en palabras similares. El flujo es un estado de conciencia que consume poco esfuerzo aunque está altamente focalizado. Y las descripciones no varían mucho según cultura, género o edad.
En las entrevistas, la gente menciona repetidamente ciertos elementos clave en sus impresiones de esta experiencia placentera:

Hay metas claras en cada paso del camino: en el estado de flujo siempre sabemos lo que debemos hacer.

• Hay un feedback inmediato a las propias acciones: en un estado de flujo, sabemos lo bien que lo estamos haciendo. Mantener el flujo en el contexto de una sociedad indiferente puede ser difícil. Evidentemente, aquellos individuos que continúan haciendo un trabajo creativo son aquellos que pueden darse feedback a ellos mismos, sin tener que esperar recibirlo de los expertos.

• Hay un balance entre los desafíos y las habilidades: en el estado de flujo, sentimos que nuestras habilidades están bien ajustadas para las oportunidades de acción. En el día a día a veces sentimos que los desafíos son demasiado altos para nuestras habilidades o que nuestro potencial es mayor que las oportunidades para expresarlo.

• La acción y la conciencia están unidas: en la experiencia de cada día, nuestras mentes a menudo están separadas de lo que hacemos. En estado de flujo, nuestra concentración está enfocada en lo que hacemos. Una mente unificada es requerida para el ajuste cercano entre los desafíos y las destrezas, y se hace posible por la claridad de las metas y la constante disponibilidad de feedback.

• Las distracciones son excluidas de la conciencia: somos concientes sólo de lo que es relevante aquí y ahora. El flujo es el resultado de la concentración intensa en el presente, la cual nos alivia de los temores usuales que causan depresión y ansiedad en la vida diaria. Las distracciones interrumpen el flujo, y puede tomar horas recuperar la paz mental necesaria para continuar con el trabajo. Mientras más ambiciosa sea la tarea, más tiempo toma que uno se sumerja en ella, y más fácil es distraerse.

• No hay miedo al fracaso: en el estado de flujo, estamos demasiado envueltos como para estar preocupados por el fracaso. Sabemos lo que debe ser hecho, y nuestras destrezas están potencialmente adecuadas a nuestros desafíos. Si el desafío se vuelve muy grande, un sentimiento de frustración surge en vez de placer.

• La auto conciencia disminuye: en estado de flujo, estamos demasiado envueltos en lo que hacemos como para preocuparnos acerca de proteger el ego. Paradójicamente, el Yo se expande a través de actos de auto olvido.

• Se distorsiona el sentido del tiempo: generalmente, en el estado de flujo nos olvidamos del tiempo, y las horas pueden pasar en lo que parecen ser unos pocos minutos. O pasa lo contrario: a una figura del skate puede parecerle que una vuelta que sólo dura un segundo en tiempo real parece alargarse por mucho más. Nuestro sentido de cuánto tiempo pasa depende de qué estamos haciendo.

• La actividad se vuelve un fin en sí misma: mucho de lo que hacemos no es solamente por placer, sino que para lograr una meta. En muchos sentidos, el secreto para la felicidad es aprender a obtener el flujo de casi todo lo que hacemos, incluyendo el trabajo y las labores familiares. Si casi todo lo que hacemos vale la pena hacerlo por sí mismo, entonces no hay nada desperdiciado en la vida.


Flujo, felicidad, y el futuro.

¿Cuál es la relación entre flujo y felicidad?, es tentador concluir que los dos son la misma cosa; sin embargo, la conexión es más compleja. Cuando estamos en flujo, no siempre nos sentimos felices, porque sentimos sólo lo que es relevante para la actividad. La felicidad es una distracción. Es sólo cuando salimos del flujo, al salir de una sesión o en momentos de distracción, que podemos sentirnos felices.
A mayor flujo que experimentemos en la vida diaria, más probable es que nos sintamos felices en general. Desafortunadamente, mucha gente encuentra que los únicos desafíos a los que puede responder son la violencia, el juego, sexo desordenado, o drogas. Tales experiencias pueden ser placenteras, pero estos episodios de flujo no agregan un sentimiento de satisfacción y felicidad con el pasar del tiempo. El placer no conduce a la creatividad, sino que pronto deriva en adicción.
El vínculo entre el flujo y la felicidad depende de si la actividad productora de flujo es compleja, si conduce a nuevos desafíos y de esta manera al crecimiento personal y cultural.
El problema es que es más fácil encontrar placer en cosas que son más fáciles, en actividades como el sexo y la violencia que están ya programadas en nuestros genes. Es mucho más difícil aprender a disfrutar el hacer cosas que hemos descubierto recientemente en nuestra evolución –tales como manipular sistemas simbólicos a través de las matemáticas o componer música- y aprender acerca del mundo y nosotros mismos.
Las escuelas generalmente fallan en enseñar lo bella que puede ser la ciencia y las matemáticas; ellas enseñan la rutina de la literatura e historia en vez de la aventura.
Es en este sentido que los individuos creativos viven vidas ejemplares. Ellos muestran lo interesante y placentera que puede ser una actividad simbólica compleja.

Desarrollando tu creatividad y felicidad

Aquí se nombran unas cuantas sugerencias para incrementar tu creatividad y felicidad personal:

• Trata de sorprenderte por algo cada día.
• Trata de sorprender al menos a una persona cada día.
• Escribe cada día qué te sorprendió y cómo sorprendiste a los otros.
• Cuando algo te parezca interesante, síguelo.
• Reconoce que si haces cualquier cosa bien ésta se vuelve placentera.
• Para mantener el placer por algo incrementa su complejidad.
• Deja tiempo para la reflexión y relajación.
• Descubre qué te gusta y qué odias de la vida.
• Comienza a hacer más de lo que te gusta y menos de lo que odias.
• Descubre una forma de expresar lo que te mueve.

• Mira los problemas desde todos los puntos de vista posibles.
• Ten tantas ideas como sea posible.
• Trata de producir ideas originales.

Publicado por jesús vázquez


-------2-------

Csikszentmihalyi, en su ya clásico libro Fluir (Flow): Una psicología de la felicidad, nos muestra cómo la psicología, la filosofía y el humanismo se unen para responder a la pregunta fundamental: ¿qué es la felicidad?. El libro arranca del supuesto de que todo el mundo tiene, alguna vez, una “experiencia óptima“. Ahora se trata de reconocer sus características; se trata de potenciar este sentimiento de fuerza, control sin esfuerzo, rendimiento máximo, superación del ego…, cuando el mismo tiempo parece desaparecer, y con él los conflictos emocionales. Se trata, en fin, de aprender a ser creativos y alcanzar una genuina calidad de vida. Ese el secreto de la felicidad.

Se trata de enfocarse y expresarse a pleno en el flujo del instante.

Mihalyi Csikzentmihalyi ha definido el concepto de flow o flujo como un estado en el que la persona se encuentra completamente absorta en una actividad para su propio placer y disfrute, durante la cual el tiempo vuela y las acciones, pensamientos y movimientos se suceden unas a otras sin pausa. Todo el ser está envuelto en esta actividad, y la persona utiliza sus destrezas y habilidades llevándolas hasta el extremo. La persona está en flow cuando se encuentra completamente absorbida (absorto, digo yo) por una actividad durante la cual pierde la noción del tiempo y experimenta una enorme satisfacción.

Casi cualquier clase de actividad puede producir un estado de fluidez con tal de que se den los elementos relevantes. Es posible mejorar la calidad de vida si nos aseguramos de que objetivos claros, retroalimentación inmediata, capacidades a la altura de las oportunidades de acción formen constantemente y lo más posible parte de la vida cotidiana.

Cuando fluimos no es que seamos felices, porque para experimentar la felicidad debemos centrarnos en nuestros estados internos, y esto distraería la atención de la tarea que tenemos entre manos. Sólo después de que se ha completado la tarea tenemos tiempo para mirar hacia atrás, considerar lo que sucedió, y es entonces cuando nos vemos inundados de gratitud por la plenitud de esa experiencia; es entonces cuando podemos afirmar que somos retrospectivamente felices. Pero no se puede ser feliz sin las experiencias de flujo.

Desmond Morris “Mihaly Csikszentmihalyi y el fluir de la felicidad”
Morris es autor del texto “La Naturaleza de la felicidad”

-------3-------

“FLUIR, Una psicología de la felicidad” (Mihaly Csikszentmihalyi)
Sonsoles Castrillo Ramonell, ZUBIZARRETA CONSULTING, S.L.

¿Cuándo nos sentimos felices las personas? Esta es la pregunta que se intenta contestar desde la filosofía desde hace siglos. Pregunta sencilla de formular, cuya respuesta resulta algo más compleja. No en vano sigue siendo un tema que genera debates y multitud de opiniones para todos los gustos. Ya Aristóteles concluyó que lo que hombres y mujeres buscamos, por encima de todo, es la felicidad, y un dato importante:
la deseamos por sí misma, mientras que todas aquellas otras cosas que queremos conseguir y anhelamos, las queremos precisamente porque pensamos que nos van a ayudar a conseguir la ansiada meta de la felicidad. Queremos poder, dinero, salud, belleza, placer,…porque pensamos que así vamos a ser felices.
Y sobre este tema tan sencillo y complejo a la vez, intenta arrojar algo de luz “Fluir”, un libro de Mihaly Csikszentmihalyi, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Chicago, que ha dedicado gran parte de su vida a estudiar desde la psicología este fenómeno.
El primer “descubrimiento” que comparte a través de su libro es que la felicidad no es algo que sucede o que pueda comprarse: no parece depender de los acontecimientos externos sino más bien de cómo los interpretamos. Por tanto, lo primero que tenemos que conseguir es el control sobre los contenidos de nuestra conciencia, sobre la interpretación que hacemos de lo que nos sucede. Y habla de que los mejores momentos de nuestra vida, lo que llama experiencia óptima, suceden cuando el cuerpo o la mente de una persona han llegado al límite, esforzándose por conseguir algo que valiera la pena. En otras palabras, una experiencia óptima es algo que hacemos que suceda, cuyo
elemento clave es que tiene un fin en sí misma, que se convierte en intrínsecamente gratificante.
En sus estudios ha intentado comprender cómo se sentían las personas cuando más disfrutaban y por qué, y ha elaborado una teoría basada en el concepto del flujo: ¿te has sentido alguna vez en un estado de concentración absorbente, en el que el tiempo deja de tener importancia, centrándote totalmente en la actividad, física o mental, que estás realizando, simplemente por el mero disfrute de hacerla? Entonces has experimentado el estado de flujo, sabes lo que es fluir. Y esto puede conseguirlo cada persona, en
distintos momentos, a través de distintas actividades, utilizando y aprendiendo a controlar sus recursos personales.
Llegados a este punto empiezan a surgir las preguntas y opiniones para el debate:
“Bueno, pero hay personas que parten de una mejor situación”; “Hay personas que están en muy malas condiciones”; “¡En algunas situaciones esto es imposible!”; “¿Y qué ocurre cuándo sufres una gran pérdida, por ejemplo? ¿Se puede ser feliz?”
A lo largo de las páginas de su libro, Mihaly Csikszentmihalyi presenta las conclusiones de sus estudios, que dan respuesta a éstas y otras preguntas, y arroja un poco de luz sobre el camino que tenemos que recorrer para alcanzar la felicidad. Y lo hace comenzando por explicarnos cómo funciona la conciencia y cómo se controla, enseñándonos cuales son las condiciones de la experiencia de flujo, haciendo un repaso a las actividades y al desarrollo de habilidades a través de las cuáles podemos experimentar el estado de flujo, nos da orientaciones sobre cómo transformar el trabajo en actividad de flujo (ya que le dedicamos gran parte de nuestro tiempo) y pistas sobre cómo conseguir que las relaciones con las personas que nos rodean sean más placenteras. También repasa las maneras en que las personas consiguen disfrutar de la
vida a pesar de la adversidad, y para finalizar describe cómo se consiguen unir todas las experiencias en un conjunto dotado de sentido. Todo esto lo hace a través de ejemplos que clarifican los conceptos y hacen amena la lectura.

En sus estudios ha descubierto dos cosas que le han llamado poderosamente la atención:
primero, lo parecida que era la descripción que realizaban las personas de las
actividades cuando iban especialmente bien, y lo segundo que personas de diferentes culturas, sexo, edad, nivel socioeconómico, … describían el disfrute de la misma manera, es decir, aunque las actividades que producen disfrute son diferentes, el cómo se sienten las personas al hacerlas y las razones por las que disfrutan de ellas comparten gran cantidad de similitudes.
Estas similitudes le han permitido identificar ocho componentes importantes del
disfrute, explicados en el libro, y que aparecen en mayor o menor medida cuando se experimenta el estado de flujo:
• Una actividad desafiante que requiere el desarrollo de habilidades para
realizarla.
• Combinar acción y conciencia, de forma que toda nuestra atención se vuelca en la realización de la actividad, sin espacio para atender a otros estímulos.
• Tener metas claras.
• Conseguir retroalimentación de lo que se va realizando relacionada con la
consecución de las metas.
• Concentración sobre la tarea actual, de manera que podemos olvidar todos los aspectos desagradables de nuestra vida mientras realizamos la tarea.
• Tener sensación de control sobre la tarea.
• La pérdida de la autoconciencia, experimentar una sensación de fundirse con el entorno, de armonía con el mundo.
• La transformación del tiempo, generalmente sintiendo que algo pasa mucho más rápido cuando en realidad han pasado horas, y a veces a la inversa, la sensación de que algo se prolonga en el tiempo cuando objetivamente ha llevado unos segundos.
Seguramente al lector o lectora de estas líneas le resultan familiares algunos de estos componentes y los ha experimentado en alguna ocasión. Precisamente en este libro se nos ofrecen algunas ideas que pueden orientarnos, sin ser un recetario, en nuestros esfuerzos por conseguir la felicidad. Una pista: como ya lo aconsejaba el oráculo de Delfos, “Conócete a ti mismo”, ya que el camino empieza ahí…

-------4-------

La ciencia halla la clave de la felicidad
Las cosas sencillas dan más satisfacción. Mayor bienestar en jóvenes y en personas de 60 años.
Mónica Salomone
El País, de Madrid 2009

Madrid. Si es usted un escéptico que no cree en fórmulas mágicas para la felicidad; si la crisis lo deja sin dinero para regalos pero con tiempo para dedicar a otros; si entre sus objetivos para 2009 está el conseguir un ansiado bien material... lo que sigue podría interesarle.

Resulta que la búsqueda de la felicidad, del bienestar subjetivo, del sentimiento de satisfacción personal ya no es cosa de gurúes que dan consejos, sino que ha entrado de lleno en el ámbito de las ciencias si no exactas, sí experimentales. Y algunos de sus hallazgos sorprenden.

Muestran, por ejemplo, que hay más felicidad en el altruismo que en el hedonismo, y en dormir más cada día que en comprarse un coche nuevo. Se sabe que cada uno de nosotros tiene una felicidad basal dependiente de los propios genes, pero no por ello marcada a fuego: es posible manipularla... siempre que se descubran los mandos correctos.

Lo bueno del asunto es que entre quienes diseccionan la felicidad para buscar sus ingredientes hay economistas, sociólogos o psicólogos que publican sus trabajos en las revistas científicas de mayor impacto internacional. Sí, hay una búsqueda científica de la felicidad.

El estado de máxima felicidad tiene un nombre: flow, flujo, un concepto acuñado hace dos décadas por el psicólogo de origen húngaro afincado en Estados Unidos, Mihaly Csikszentmihalyi, y que hace referencia a la absorción total que experimenta desde quien se entrega por completo a una tarea intelectual hasta quien se sumerge en un videojuego.

La tristeza se estudia más. Desde 2006 hasta ahora la felicidad ha protagonizado más de 27.300 artículos científicos –aunque la tristeza aún gana, con más de 53 mil–. La Unión Europea acaba de financiar el proyecto Happiness (estudios sobre la felicidad), una investigación que durará tres años y analizará cómo influyen las condiciones ambientales –desde el clima y la polución a la disponibilidad de servicios educativos o de salud– en el bienestar subjetivo (sinónimo técnico de felicidad).

La directora del proyecto, Susana Ferreira, del University College en Dublín, espera que los resultados sean útiles para la toma de decisiones "de la clase política y para el público en general". Ferreira y el resto de investigadores son economistas.

Cómo se mide. ¿Cómo se mide la felicidad? Una primera respuesta parece obvia: preguntando a los principales interesados. Las prestigiosas encuestas del European Social Survey (ESS), que se hacen desde 2001, incluyen la pregunta: "¿Cómo es usted de feliz?". No son estudios frívolos. El ESS ha recibido el premio europeo Descartes por su alto rigor científico. El proyecto Happiness utilizará estos datos del ESS. Hay otras encuestas similares: el Eurobarómetro y sus equivalentes en otros continentes, o el World Values Survey (WVS), con datos de más de 50 países desde principios de los años 1980. Los resultados pintan el siguiente panorama.

En los países ricos se es más feliz que en los pobres. Pero superado un nivel mínimo de riqueza, dinero y felicidad se desacoplan: aunque la capacidad adquisitiva se multiplique, el bienestar apenas varía.

En cualquier caso, la foto que proporcionan las grandes encuestas es para muchos demasiado borrosa, así que tratan de afinar con investigaciones más precisas, a menor escala. Algunas dan resultados sobre edad y sexo. En general, hay coincidencia en que son más felices los jóvenes y los jubilados.

Un reciente estudio del Instituto Nacional de Estadística francés revela que, tras un bache en torno a los 40 años, la felicidad "remonta y alcanza su apogeo durante la sesentena", independientemente del estado civil o el nivel de ingresos. Y el pasado julio, investigadores estadounidenses analizaron décadas de datos antes de concluir que, de jóvenes, las mujeres se declaran más felices, pero hacia los 48 años las damas cambian y son ellos quienes se sienten más satisfechos con sus vidas.

En general, hay acuerdo en que estos trabajos muestran que la felicidad se correlaciona con "beneficios tangibles en muchos ámbitos de la vida". Entre ellos: más probabilidades de estar casado y menos de divorciarse; más amigos y mayor soporte social; más creatividad y productividad en un trabajo de más calidad y bien pagado; más actividad y energía vital; mejor salud mental y física; capacidad de autocontrol; e incluso más longevidad. Además, la gente feliz no es egoísta; la literatura sugiere que tienden a ser relativamente más cooperativos, caritativos y centrados en los demás.

martes, 15 de septiembre de 2009

Inteligencia emocional

Cómo desarrollar la inteligencia emocional o encontrar la vía

"Lo emocional" juega un rol preponderante en el logro de objetivos. "Una persona puede ser muy inteligente, pero 'desbordarse' desde lo anímico no le permitirá alcanzar sus propósitos", explicó una profesional a Infobae.com el 26/08/09

Hasta no hace muchos años se creía que el Coeficiente Intelectual (CI) era un indicador de la inteligencia (y que ésta podía ser cuantificable). Así, las personas que tendrían un CI alto eran quienes ocuparían puestos de trabajos importantes, bien remunerados y por lo tanto tendrían asegurado cierto éxito en sus vidas.

Con el correr de los años y evolución del conocimiento se descubrió que ese coeficiente sólo contribuye un 20% de los factores que determinan éxito en la vida y que las personas más brillantes pueden hundirse en los peligros de las emociones desbordadas e impulsos incontrolables.

Pero ¿qué es la inteligencia emocional? ¿Todos podemos desarrollarla? Con el objetivo de saber más acerca de cómo controlar las emociones y "enfocarlas" a la consecución de los objetivos (sean éstos personales, laborales o profesionales) Infobae.com entrevistó a la licenciada Ofelia Salgueiro (MN 33.700).

¿Qué es la inteligencia emocional?

La Inteligencia Emocional (IE) es la capacidad de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los otros .

La IE es aquella que nos permite tomar conciencia de nuestras emociones, tanto las nuestras como la de los otros, a su vez permite tolerar las presiones y frustraciones e incrementar nuestra capacidad de empatía y habilidades sociales.

La IE está conformada por la inteligencia intrapersonal e interpersonal .

La inteligencia intrapersonal "es la vuelta hacia el interior", la capacidad de formar un modelo realista de uno mismo y ser capaz de usar ese modelo para operar eficazmente en la vida. La clave del autoconocimiento incluye el acceso a los propios sentimientos, a la capacidad de distinguirlos y recurrir a ellos para guiar la conducta , así como también es el conocimiento de nuestra personalidad, de cómo pensamos y actuamos frente a los estímulos de la vida cotidiana.

Y la inteligencia interpersonal es tener capacidad para el liderazgo, cultivar relaciones, resolver conflictos, destreza social, comprender a los demás, responder adecuadamente al humor, motivaciones y deseos de los demás .

¿Cómo se la puede desarrollar?

* Es importante observar modelos adecuados que podamos imitar, ampliar la red social y cultivar las amistades que nos permitan desarrollar habilidades sociales.

* Integrar grupos sobre alguna actividad que nos guste, por ejemplo, teatro, grupo deportivo, debates, etc. Darse cuenta qué nos decimos negativamente a nosotros mismos y contestar a esos mensajes de una manera positiva.

* Desarrollar distintas habilidades que nos den confianza. Aportar alguna capacidad propia a un trabajo grupal.

* Estar en el aquí y ahora. Vivir el presente. Enfocarnos en las tareas y que nuestros pensamientos negativos no nos distraigan de nuestros objetivos.

* Describir cualidades positivas de uno mismo nos permite incrementar la autoestima.

* Establecer objetivos cortos y concretos de fácil alcance. Autoevaluar nuestras conductas y modificar aquellas que nos son útiles.

¿Cuáles son los beneficios de su desarrollo? ¿Por qué sería necesario desarrollarla?
Trae muchos beneficios, como adquirir recursos para automotivarse, persistir frente a las decepciones, aprender a controlar el impulso, demorar la gratificación, regular el sentido del humor, evitar que los problemas disminuyan la capacidad de pensar, mostrar empatía .

Esto lleva a mejorar notablemente la calidad de vida. Es necesario desarrollar la IE para prevenir enfermedades, adicciones, depresiones, ansiedad, fobias, agresividad, falta de sentido de vida, baja autoestima .

¿Qué "plus" tiene una persona con su inteligencia emocional desarrollada por sobre una que no?
Una persona puede ser muy inteligente y eficiente en un área de su vida pero sin embargo manejar muy mal otros aspectos.

Una persona que tiene desarrollada su IE es una persona sana, equilibrada, que tiene armonía en varios ordenes de su vida . El aprender a manejar nuestras emociones nos ayuda a tomar decisiones asertivas en momentos oportunos.

¿En qué aspectos de la vida diaria se observan los resultados?
Los resultados se observan en varias áreas de la persona, por ejemplo en el trabajo nos permite tolerar las presiones, tener automotivación, confianza en uno mismo, mejorar las relaciones con nuestro jefe, nuestros pares y subordinados. Resolver conflictos entre otros.

En el área pareja, nos ayuda a comunicarnos adecuadamente, comprender al otro, darnos cuenta de lo que siente y lo que necesita y también poder pedir adecuadamente lo que uno necesita.

En el área familia mejorar la relación con nuestros hijos, esposo y padres, mejorar la comunicación, lograr intimidad y un adecuado intercambio de caricias. En el área tiempo libre, nos ayuda a poder disfrutar, conectarnos con el placer la alegría, hacernos amigos y sostener la amistad a lo largo de la vida.

Lo ideal es que desde niños ya empecemos a desarrollar estas habilidades con la ayuda de nuestra familia y del colegio. Sería ideal que en los colegios haya gente especializada en enseñar recursos para que logremos nuestros objetivos y que nos ayuden a vivir de una manera positiva.

¿Todos pueden desarrollarla?

Sí, y en cualquier etapa de la vida uno puede desarrollar la IE. Cuando uno nace trae consigo recursos y potencialidades que por diversos motivos uno a veces no sabe que los tiene o no sabe cómo utilizarlos, todos nacemos potencialmente inteligentes para desarrollar capacidades. Nunca es tarde para aprender

Hoy contamos con una gran cantidad de técnicas innovadoras de fácil aplicación y aprendizaje que permiten el fácil desarrollo de la inteligencia emocional.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Tendencias en el hinduismo

A la mirada occidental, es sorprendente la diversidad de formas de concebir a lo divino que el hinduismo tiene.

* Monoteísmo: muchos hinduistas creen en un solo Dios.
* Politeísmo (creencia en varios dioses): porque —como varias religiones de la India— profesan el sincretismo.
* Advaita: un tipo de hinduistas que creen en un Dios abstracto, o en un Dios energía, no persona.
* Idolatría: para los hinduistas, Dios puede entrar en una estatua (murti) para permitir su adoración (baño, ofrenda de comida, etc.).

Dentro del monoteísmo se pueden incluir el Vishnuismo (o Vaisnavismo), el Shivaísmo (que adora al dios Shiva) y el śaktismo (que adora a la diosa Kali), opuestas a la doctrina advaita (donde los jñanis estudian al Brahman impersonal).

Hay prácticas que todos respetan, como reverenciar a los bráhmanas (sacerdotes) y a las vacas, no comer la carne de éstas y casarse sólo con una persona de la misma casta (el hinduismo establece el sistema social de castas).

Fuera de esto, no existen preceptos rigurosos acerca de cuándo deben formularse las oraciones y realizarse los ritos, ni propiamente una jerarquía eclesiástica.

domingo, 26 de octubre de 2008

Asunción Allah

La Cercanía a Allah


¡Oh, Polo Supremo!
Di de Mi parte a los que amas y a tus compañeros:
“Quien quiera estar conmigo, que se sumerja en la pobreza,
y después que sea pobre en la pobreza,
y, después, que sea aún más pobre renunciando a la pobreza”.
Y cuando sea perfecta su pobreza,
no le quedará más que Yo.


La pobreza consiste en darnos cuenta que no poseemos nada realmente, que todo pertenece a Allah y que de Él dependemos en todo momento, a cada instante. Esa pobreza (Faqr) implica un gesto radical de renuncia a todo, que sólo es auténtico cuando lo realiza el corazón. Se trata de una ruptura en la esencia del ser que nos devuelve íntegramente a Allah, a la Verdad que nos hace ser y nos moldea.

Esa pobreza, que no es vulgar renuncia ni ascetismo, sino conciencia profunda de la realidad, es la clave con la que queda trasformado el mundo. Es ayuno en el que el musulmán se abstiene de todo lo que alimenta al egoísmo. Ante esa pobreza caen todos los dioses, y el hombre queda liberado de su mentira y se agiganta en su Señor, en la Inmensidad en la que existe.

La pobreza -que es reconocer la esencia de la condición humana- es la clave del Islam, que es Dîn al-Faqr, la Senda de la Pobreza, en el sentido estricto que hemos mencionado. No implica, como hemos dicho, al menos necesariamente, la teatralidad de un desapego superficial y que se limita a formalismos ascéticos, sino que es una forma de percibir y situarse en la existencia enraizada en una modestia que comunica al hombre con su Verdad.

Esa pobreza tiene un camino, un modo de ser realizada, al cabo de la cual el ser humano alcanza la intimidad con Allah, la plenitud de su propia existencia, conquistando el grado que le corresponde en el universo, el califato (Jilâfa), que significa singularidad y soberanía.

El musulmán se propone dos cosas: conocer a Allah y agradar a Allah. Ambas intenciones exigen una misma cosa, la radical trasformación del musulmán. Sólo conoce a Allah quien se purifica, y sólo agrada a Allah quien se purifica. El Islam, la rendición a Allah, es purificación, y, por tanto, un doble acto de conocimiento y de devoción.

El conocimiento de Allah es trasformador porque alcanzar su fondo impone concentrar de tal modo la atención en la meta que se persigue y ensanchar tanto el corazón que necesariamente el buscador queda metamorfoseado en algo inmenso. Su concentración en la Inmensidad de su Señor lo aparta del mundo (el duniâ, es decir, el universo de la superficialidad y los ídolos) y lo orienta hacia la Pura Unidad, y en ello hay una purificación que es la que comunica al hombre con su Dueño Verdadero, teniendo lugar el deleite en Allah, en el agrado de la Verdad.

Para todos estos procesos hacen falta soportes, y esos soportes son los Nombres de Allah, a cuya cabeza está el mismo Nombre Allah. Los Nombres de Allah son polos para la reflexión trasformadora. Quien se consagra a su estudio es invitado a asumirlos, a participar en ellos. Ante los Nombres de Allah hay dos actitudes, el Ta‘álluq y el Tajálluq, la adhesión y la asunción.

El Ta‘álluq, la adhesión, consiste en aprovechar lo que enseñan, es decir, adoptar ante Allah lo que el Nombre exige; así, ante el Rahmân, el Misericordioso, exponerse a su Misericordia no desesperando jamás; ante el Málik, el Rey, doblegarse; ante el Wâhid, el Uno, no aceptar ningún otro señor; ante el ‘Açîç, el Poderoso, plegarse a Él y no decidir por cuenta propia; etc. Esto es el Ta‘álluq, la adhesión a Allah, la sumisión a lo que significan sus Nombres.

Por su parte, el Tajálluq, la asunción, significa tomar esos Nombres como modelos participando en lo que significan, porque esos Nombres son verdaderos y lo que no es ellos es falsedad. Para hacerse verdadero, el ser humano sólo dispone del recurso de los Nombres de Allah. Amoldándose a ellos se hace a sí mismo real. Por ejemplo, el musulmán, con la reflexión en lo que significa Rahmân, el Misericordioso, ve como obligación la necesidad de apiadarse de todas las criaturas; cuando investiga y se somete al Málik, el Rey, se hace independiente y soberano; cuando se propone al Wâhid, el Uno, sale de ello unificado en sí mismo, abandonando toda dispersión para centrar su ser; cuando el ‘Açîç, el Poderoso, es el tema de sus reflexiones y adhesiones, acaba reforzado de tal manera que nada lo somete. Y así con el resto de los Nombres.

Todo lo dicho está resumido en la palabra Allah. Está presente en todos los demás Nombres y es la meta que se propone el aspirante al cumplimiento de los dos deberes del musulmán que hemos mencionado antes, el de conocer a Allah y el de agradar a Allah. Quien se centra en Allah, abarca la existencia. En Allah se produce la absoluta purificación. Es tal el poder de esta palabra que provoca la extinción de los seres y les asegura la eternidad en medio de los cambios incesantes y el vértigo de la existencia. Hay pues, una muerte (fanâ) y una permanencia (baqâ), la muerte de lo falso y la vida en la verdad.

El secreto de la palabra Allah está en la Šahâda, en la frase lâ ilâha illâ llâh, no hay más verdad que Allah. Esta fórmula es la expresión más perfecta y el medio más eficaz para que el ser humano se impregne de las Cualidades Trascendentes, dejando atrás la mediocridad del duniâ, y avance en la realización de la plenitud de las posibilidades del ser humano perfecto.

La Šahâda es, así, la expresión más adecuada de la Unidad de Allah, de la Verdad que sostiene la existencia, de su trascendencia a la vez que es expresión del carácter ilusorio de las realidades inmediatas, si bien éstas son manifestaciones constantemente renovadas de la Presencia de Allah.

El mundo como manifestación de la Presencia de Allah (tayallî) sólo se muestra al musulmán en la segunda fase de su realización, tras su extinción en Allah y su vuelta a la existencia en la eternidad de la Verdad. Es decir, la afirmación según la cual el mundo manifiesta a Allah sólo es una expresión aceptable cuando se ha cumplido a la perfección el proceso de la purificación. Antes de ello sería el simple enunciado de una doctrina panteísta inaceptable.

Pero el tema del que queremos tratar aquí es el de la Cercanía a Allah (Qurb) y sus grados, el primero de los cuales es la Wilâya (o Walâya). Este término suele ser mal traducido, y se nos dice que significa santidad. Pero lo que en realidad designa es lo que hemos estado diciendo, la aproximación trasformadora del musulmán a Allah.

No podemos acercarnos a Allah en el espacio, pues Allah no es algo que esté en algún sitio. Pero sí nos acercamos a Él cuando dejamos atrás lo que nos aparta de Él, y lo que nos aparta de Él es la fijación que tenemos en el mundo que nos rodea y absorbe. El simple hecho de pronunciar la Shahâda, al decir en voz alta lâ ilâha illâ llâh, es un paso hacia adelante con el que cualquier persona ya es musulmana y empieza a acercarse a Allah. Por ello, hablamos de una Proximidad General (Wilâya ‘Âmma), la propia de todos los musulmanes por el mero hecho de ser musulmanes. Hay también una Proximidad Especial (Wilâya Jâssa) que es la de los musulmanes que avanzan en el Islam hasta sus últimas consecuencias, y esa Wilâya entonces es algo mucho más profundo, la verdadera plenitud de la Proximidad a Allah.

Hemos dicho que Qurb significa cercanía, proximidad. Wilâya significa lo mismo pero con un matiz añadido. Wilâya quiere decir en realidad mutua aproximación. Cuando el hombre inicia su peregrinación (Sulûk) hacia Allah, trasformándose, provoca en Allah la misma reacción, y Allah se le acerca. En un hadiz qudsî, Sidnâ Muhammad (s.a.s.) dijo que Allah ha dicho: “Cuando Mi siervo viene hacia Mí, Yo voy hacia Él. Si viene hacia Mí andando, voy hacia él deprisa. Si viene hacia Mí corriendo, Yo vuelo hacia él,...”. Por tanto, el musulmán es wali, es alguien próximo a Allah, y Allah es Wali, y se acerca al musulmán. Cuando el musulmán pronuncia la Shahâda, comienza su Wilâya.

En otro hadiz qudsî, el Profeta (s.a.s.) dijo que Allah ha dicho: “Yo declaro la guerra a quien agreda a mi wali”. Por el simple hecho de ser musulmán, una persona ya es walíullâh, alguien que se acerca a Allah y Allah responde por él. De ahí que el Profeta (s.a.s.) declarara que todo musulmán es una persona Harâm, alguien intocable, pues cualquier agresión contra él encuentra la Ira de Allah. Dijo (s.a.s.): “Todo musulmán es Harâm para otro musulmán: su sangre, su honor, sus bienes...”. De ahí también que la Sharî‘a sea drástica en lo que se refiere a los derechos de los musulmanes, y condena con penas graves a cualquiera que atente contra la vida, el honor o los bienes de un musulmán. En esos puntos, la Sharî‘a expresa la guerra que Allah ha declarado a quien agreda a un wali.

Si la mera pronunciación de la Shahâda desencadena esos resultados, si Allah se ha comprometido con el musulmán sólo porque haya dicho lâ ilâha illâ llâh, ¿cómo será la Wilâya, la mutua lealtad entre el musulmán y Allah, en grados más avanzados? ¿Qué es la Wilâya de quien realmente ha renunciado a todo en Allah haciéndose inmenso en la Inmensidad, trasformándose con todo lo que significa Allah? ¿En qué consiste la Wilâya del verdaderamente pobre (Faqîr)? Abû Mádian de Sevilla dijo: “El Faqîr es un rey bajo la apariencia de un mendigo...”. Y el Shayj Sîdî Ahmad al-‘Alawi dijo: “Somos los reyes de la tierra a causa de Su Cercanía”.

El musulmán se inserta dentro de la Wilâya ‘Âmma, la relación de mutua lealtad general, con su obediencia a Allah (Tâ‘a). Pero todos los musulmanes saben que la verdadera Cercanía a Allah, la Wilâya Jâssa, tiene su clave en la obediencia cuando es fruto del Amor (Hubb, Mahabba). El Amor comienza a guiar entonces sus pasos y lo eleva haciéndole superar rangos y descorrer velos, acercándolo a la Soledad del Uno, purificándolo constantemente, hasta dejarlo en los aledaños de la Presencia Trascendente (al-Hadra al-Ilâhía). En ese umbral puede permanecer por mucho tiempo, tal vez para siempre, pero tal vez se le autorice a entrar, y así accede al recinto de la Wilâya Jâssa, a la privacidad con Allah.

Las Gentes de la Presencia (Ahl al-Hadra), los que han accedido a la intimidad en la Cercanía, son según grados y rangos, frutos de sus experiencias y circunstancias. Estar cerca de Allah es el resultado de paladeos distintos, y cada uno de ellos marca el carácter del wali. Esto quiere decir que nada es definitivo ni tan siquiera en ese rango elevado. El conocimiento que se puede tener de Allah, la connivencia con Él, no tienen límite alguno. Por ello se ha dicho: “Quien diga que ha llegado, miente”. Pero es lícito llamar Wâsil, que ha llegado, al que ha alcanzado un grado determinado en su ascenso. Pero por siempre queda ante el ser humano un reto infinito, en la proporción de la Inmensidad eterna de Allah. Es más, quien pudiera pensar que la Wilâya es lo máximo a lo que se pueda aspirar -siendo de sí un terreno in delimitado-, resulta que tras ella aún quedan los rangos de la Gnosis (Ma‘rifa) y la Polaridad (Qutbía). Pero a estas cuestiones dedicaremos artículos más adelante aquí en Musulmanes Andaluces, in shâ Allah.

Entre quienes Allah ha aceptado en el círculo de su Wilâya los hay quienes Él se reserva para Sí. A estos, Allah los aparta de la celebridad y los sume en el anonimato. Es imposible reconocerlos entre la gente, y sus experiencias sólo las conoce Allah.

Y entre ellos los hay quienes Allah sí muestra a la gente, y los hace maestros. Los musulmanes los han reconocido como los “grandes sabios del Islam”. Son los que han sido encargados de mantener viva la luz del Profeta (s.a.s.) guiando a los musulmanes por el camino que conduce al Amor. A estos sabios se les llama “Herederos de los Profetas”, y también “Renovadores del Islam”, pues vuelven a darle fuerzas.

Estos maestros, que son quienes han recorrido el Camino (Tarîq) hasta Allah, y han vuelto de junto a Él para guiar a las gentes, por siempre permanecen en la Luz de su Señor. Su vuelta al mundo no los aleja de Allah, y siguen en la Proximidad a Él, y esa es la razón de su fuerza. Primero rompieron con el mundo, y ahora que han vuelto a él no son dominados por nada. Es más, ellos son los verdaderos dueños del mundo, sus gobernadores ocultos, pues ellos existen en Allah, en la Verdad que hacer ser a las cosas.

Debemos volver a repetirlo, la Wilâya, en este grado, es de una extraordinaria riqueza de matices. En este asunto, la Tradición islámica es sobreabundante en detalles (no hay más que consultar la enciclopédica al-Futûhât al-Makkiyya de Ibn ‘Arabi para admirar la sutileza y exuberancia de las reflexiones posibles). Al entrar en el dominio de la Wilâya pasamos a un universo en el que han sido abolidas las convenciones y aparece ante nuestros ojos un mundo fascinante en el que domina la desmesura de lo posible al ser humano en su raíz. Los awliyâ (plural de wali, el que se ha acercado a Allah) son singulares, cada uno tiene un paladeo diferente, cada uno cumple una función, si bien son agrupables, según veremos.

Antes de entrar en detalles, resumiremos diciendo que el Qurb, la Cercanía a Allah, tiene, pues, tres grados inmensos que también pueden estar interrelacionados. El primero de ellos es la Wilâya, que intentaremos desentrañar en sus líneas generales en este capítulo. El segundo es la Ma‘rifa, la Gnosis. Y el tercero es la Qutbía, la Polaridad, con la que una persona se convierte en eje del mundo.

Wilâya

La Wilâya es un pacto con Allah, un compromiso con Él al que Él responde. Cualquier persona al hacerse musulmana suscribe ese acuerdo cuando enuncia la Shahâda y cumple con la Ley del Islam. Si ese musulmán, además, se propone no solo obedecer a Allah sino alcanzar la intimidad con Él debe seguir el Camino (Tarîq) cumpliendo con sus estrictos requisitos, avanzando en Cercanía a Allah hasta llegar (Wusûl) a la Presencia Trascendente donde suscribe el Pacto de la Wilâya Jâssa. El wâsil, el que llega a esa proximidad, recibe entonces el nombre de wali (en plural awliyâ). Esta Wilâya tiene secretos sutiles y detalles precisos y delicados, y la literatura sufí le ha consagrado sus mejores libros.

El concepto de Wilâya

Wilâya es una palabra árabe rica en matices, prácticamente intraducible. Sólo para empezar, podemos decir que es sinónimo de Qurb, Cercanía, Proximidad, de lo que se desprende que wali significa allegado, amigo, persona cercana a otra, alguien digno de confianza,...

El término Wilâya nos es presentando también como equivalente de Walâ, lealtad. El wali es, entonces, una persona fiel, leal. Efectivamente, en el Corán aparece a veces con este significado para designar las relaciones de fidelidad entre los seres humanos (en el bien o en el mal). Los musulmanes son awliyâ entre sí, como lo son entre sí sus enemigos. Es la fidelidad a una alianza, y así están los awliyâ de Allah y los awliyâ de Shaitân, etc.

Pero, bruscamente, después los diccionarios nos dicen que Wilâya también significa la posesión de algo, la gestión libre de algo. Wali entonces es gobernador, dueño de algo.

Veámoslo desde otro punto de vista. Allah es Creador de cuanto existe. Pero no sólo está en los orígenes de los seres, sino también en su presente. Él sostiene en cada instante a cada criatura. Él la gobierna, es su Señor (Rabb). La criatura necesita de Allah, no puede existir sin Él, pues Él es su soporte. En realidad, la criatura no es sino lo que Allah quiere que sea. En este sentido, cada ser está sujeto a Allah, es su siervo, su esclavo (‘abd). Tenemos, pues, dos términos distintos y opuestos, Rabb y ‘abd. Allah es Rabb en tanto que Señor de cada momento, y el hombre es ‘abd en tanto que respuesta al Imperativo que lo hace ser. Esta es la estructura del mundo material.

Pero el hombre puede buscar a su Señor para coincidir con Él y los opuestos quedan reconciliados. El ser humano acepta su sujeción a Él y la convierte en puerta de acceso a la Realidad que le hace ser, abandonando la ficción de la autosuficiencia y el aislamiento. La relación de dominio-servidumbre se trasforma con ello en solidaridad y complementariedad. Se convierte en Wilâya, de ahí que a partir de entonces los dos extremos reciben el nombre de wali: Allah es wali del musulmán, y el musulmán es wali de Allah. Se produce una compenetración en la que el hombre, sin dejar de ser una criatura, pues es su realidad, tiene a partir de entonces el horizonte infinito de su Señor, en el que se ha implicado absolutamente. Y esta es la estructura del mundo espiritual.

Para que estas relaciones queden claras puede verse su aplicación entre los seres humanos: los aliados se sirven entre sí. Cada ser humano encuentra apoyo en su wali, en su amigo cercano, en su fiel asociado, a la vez que él le sirve de apoyo. A un gobernador, los musulmanes lo llaman wali porque su autoridad emana de un consenso: él sirve a los musulmanes y los musulmanes lo obedecen para mantener unida y cohesionada a la comunidad (por supuesto, en situaciones ideales, pero en cualquier caso se trata de la aspiración que está en el origen de esa institución).

Llevado lo anterior a la relación con Allah, la Inmensidad de ese segundo extremo permite intuir el alcance de la Wilâya Jâssa. Al haber reconocido en Allah a su Único Señor (Rabb) y tras rendirse a Él, el musulmán, si desea profundizar en el alcance de ello, puede iniciar una Aproximación a Allah. Eso es el sufismo, o el Ihsân, la Excelencia, como queramos llamarlo. El Amor lo conduce, y lo que era dominio en su esencia se trasforma en relación de complicidad, Wilâya. Esa Wilâya solo puede ser expresada en expresiones grandilocuentes pues su trasfondo es desmesurado.

Un maestro sufí del siglo cuarto de la Hégira, al-Hakîm at-Tirmîdzî (distinto del Imâm at-Tirmîdzî, célebre compilador de hadices), tal vez fue el primero en sistematizar el tema de la Wilâya, si bien es un tema que estuvo como trasfondo en todas las épocas anteriores. Escribió más de treinta libros sobre la cuestión, el más importante de los cuales es su Jatm al-Awliyâ. Si bien los awliyâ son en principio, entre los musulmanes, aquellos que tienen un compromiso más radical con el Islam habiendo fundado su obediencia a Allah en el Amor, abriendo con ello la puerta de acceso a la intimidad con Él, al-Hakîm at-Tirmîdzî nos los describe ya en su función cósmica. Los awliyâ no sólo los mejores musulmanes, los más estrictos y los mejores garantes de la continuidad de su espíritu, sino que todo ello no es más que las “apariencias” de su realidad, que es mucho más profunda. En lo hondo, los awliyâ vigilan y gestionan el cosmos entero.

No se trata de una exageración. En realidad es una deducción coherente. El Faqîr, el pobre, es decir, el sufí, ha renunciado a sus límites, y con ello se ha ensanchado, ha pasado a formar parte del entramado del ser. Ha roto con el mundo, ha salido fuera de él, y ha topado con la Inmensidad de la Verdad que está en el fundamento de todas las cosas. Ahí es donde participa del Poder Hacedor. Esta idea se expresa cuando se dice que descubre el Nombre Supremo de Allah (al-Ism al-Á‘zam), es decir, encuentra el Secreto de la Realidad. Aprende el Nombre de Allah, y su propio nombre, y reconoce su genealogía. No deja de ser un hombre, pero en estrecha relación con la Verdad. Es alguien de quien Allah se ha hecho cargo (tawallâhu llâh, Allah se ha apoderado de él y lo gestiona).

Todo esto está, por supuesto, lejos de interpretaciones pueriles que pudieran hacerse. El Faqîr no aspira a convertirse en una especie de mago o brujo con poderes sobrenaturales. El Faqîr es alguien que se ha abandonado a su Señor, y su peregrinación lo ha conducido hasta la Inmensidad de su Señor, Creador de todas las cosas, la Verdad que rige todas las cosas. Esto es lo que resume la cuestión y nos aparta de ilusiones fútiles.

Ibn ‘Arabi al-Andalusí desarrollo considerablemente la intuición de at-Tirmîdzî al-Hakîm. -Debemos advertir que no se trata de ideas ni divagaciones, pues ambos fueron grandes maestros que exponen sus saberes tras haber seguido el Camino-. Ibn ‘Arabi habla de los awliyâ como de un gran círculo en el que están incluidas todas las experiencias espirituales posibles. La Wilâya es la relación de intimidad con Allah, que tiene infinitos aspectos. A ese círculo pertenecen los Grandes Mensajeros, los Profetas, los Aqtâb (Ejes del Mundo), los Riyâl al-‘Ádad (la Jerarquía Espiritual), los Riyâl al-Gáib (los Hombres del Mundo Oculto), etc.

Los discípulos de Ibn ‘Arabi, a su vez, ampliaron considerablemente lo que su maestro ya había detallado con pormenores sorprendentes. Nos encontramos, pues, ante una obra inmensa que describe un universo que se nos escapa al común de los hombres. Ese Círculo (Dâira al-Wilâya) implica una relación entre toda la gente de espíritu en un universo interior que está dentro de este mundo, gobernándolo. Los Maestros que ha tenido el Islam nos ofrecen un desconcertante material para la reflexión, pues todo él proviene de experiencias vividas en la trasgresión de este mundo nuestro.

La Wilâya según el Imâm al-Ŷîlânî

Algo en lo que insiste el Imâm Sîdî ‘Abd al-Qâdir al-Yîlânî es que la Wilâya es algo que Allah concede libremente. El sufí la busca, se esmera en la lealtad a Allah, pero en última instancia es Allah el que decide. En realidad, se trata de algo demasiado grande como para que pueda ser simplemente fruto de los esfuerzos humanos. Un discípulo le dijo a al-Yîlânî: “Ayunamos como tú, nos recogemos como tú, nos esforzamos como tú, pero no saboreamos lo que tú”, y él le respondió: “Me imitáis en lo que depende de mí, ¿creéis que podéis alcanzar lo que Él depende de Él?”. Y verdaderamente esta fórmula resume magistralmente lo que está en el fondo de la cuestión. El Islam consiste en rendirse a Allah sin esperar nada a cambio. En cuanto existe ese deseo, queda frustrada la sinceridad. Lograr ese estado, que es la clave para que se desencadene la Wilâya, exige de una delicadeza de espíritu extraordinario.

Es más, pues todo tiene, en el Islam, dimensiones sobrecogedores, al-Yîlânî relaciona la cuestión con el secreto del Destino. La Wilâya pertenece al ámbito insondable de lo eterno. No se consigue por el mero esfuerzo, sino que se”hereda” del Decreto Preeterno. En un verso, al-Yîlânî dijo de sí mismo: “Yo ya era antes del antes un Eje Glorificado, y a mi alrededor giraban los universos, y mi Señor me dio mi nombre”.

En ese Círculo de la Intimidad (Dâira al-Wilâya) no tienen sentido ni el espacio ni el tiempo. Todo está sobredimensionado en la conciencia de esos seres que han trascendido el mundo y están en al-Âjira, el Universo de Allah, lo anterior a lo anterior y lo posterior a lo último. Ellos ya sellaron el pacto antes de existir, el Día de “¿No soy acaso Yo vuestro Señor?”... El Corán, efectivamente, cuenta que antes de dar vida a Adán, Allah habló con todos sus descendientes y les formuló esa pregunta. Ahí fue donde los awliyâ suscribieron el Pacto de la Wilâya, en esa eternidad anterior al ser humano. En otro verso, al-Yîlânî lo expresó así: “Tenemos la Wilâya desde el ¿No soy acaso Yo vuestro señor?, y nuestras flechas hieren los corazones de los que nos niegan”.

Es decir, todo el proceso que sigue el sufí desde sus primeros pasos hasta que alcanza el rango de la Wilâya no es más que el cumplimiento de su Destino. Al cabo de su viaje descubre que ha conquistado nada, sino que lo que ha hecho es desenterrar su ser. Al-Yîlânî dijo: “No he dejado de pastar por los campos en los que se satisface a Allah hasta alcanzar un rango que no es regalado”. Que no es regalado quiere decir que no es fortuito sino cumplimiento inexorable de algo decretado en el Destino. Sus intensas prácticas espirituales conformes a las enseñanzas del Islam eran algo necesario para descorrer el velo que lo separaba de su realidad, y no algo meritorio con lo que ha ganado una recompensa. En todo esto hay reflexiones esenciales para quien quiera conocer el verdadero sentido del Islam.

El Imân Sîdî ‘Abd al-Qâdir al-Yîlânî no fue, ni mucho menos, el primero en señalar lo mencionado. Ya Abû Yazîd al-Bistâmi había dicho mucho antes: “Creía que era yo quien mencionaba Su Nombre, quien lo iba conociendo, quien lo amaba y lo buscaba. Pero cuando alcancé mi meta, descubrí que Él me había mencionado antes, que me conocía antes de que yo le conociera, que me amaba antes de que yo lo amase, y que me buscó antes de que yo lo buscara”. Estas palabras pueden explicarnos lo que muchos maestros han dicho: “Soy un magnífico buscador, pero el ser humano es un magnífico buscado”.

Lo dicho también está relacionado con la cuestión de la calamidad que necesariamente se abate sobre el sincero en su búsqueda de Allah. El Balâ (o Ibtilâ), la desgracia con la que Allah templa al peregrino que se dirige hacia Él es el complemento de sus prácticas espirituales (‘Ibâda). Si las ‘Ibâdât purifican su visión interior y retiran de delante de él los velos que esconden la Verdad, el Balâ lo mata para desapegarlo definitivamente de sus ídolos e ilusiones.

Al-Yîlânî explica que los males que dañan a los musulmanes (enfermedades, catástrofes) cumplen alguna de las tres funciones siguientes: o bien castigan sus maldades para evitarles el castigo de Allah tras la muerte, o bien son una puesta a prueba, o bien los elevan a rangos superiores. Cada uno de esos males que se abaten sobre el musulmán demuestra su sentido en la reacción que produce: cuando un mal es acogido de modo impaciente y con quejas, es que castiga para evitar un daño mayor; si es acogido con paciencia y sin lamentos, es que es una prueba; si es acogido con satisfacción, eleva el rango del que lo padece y puede ser que abra ante él la puerta de la Wilâya. En estos caso, al-Yîlânî citaba un hadiz en el que el Profeta (s.a.s.) dijo: “Los que sufren mayores desgracias son los profetas, después los que más se le asemejan, y después los que más se asemejan a estos últimos”.

Así, la práctica de las ‘Ibâdât (el Salât, el Ayuno, el Zakât, la Peregrinación, el Dzikr, la Recitación del Corán, el Recogimiento Nocturno,...) junto a su complemento, que es la imperturbabilidad ante las desgracias, son los modos de salir de la satisfacción en el mundo y la autocomplacencia por la puerta de lo infinito. De ello, quizás lo que mejor lo resume todo es el Ayuno. De sí es una ‘Ibâda, pero implica resistencia a un mal (el hambre, la sed). El Ayuno, en tanto que práctica espiritual, despierta sentidos ocultos y desarrolla la sensibilidad; y en tanto que calamidad, revela al hombre sus carencias y dependencias, su vulnerabilidad y su inconsistencia, y en ellas descubre a su Soporte.

Constantemente, el Imàm al-Yîlânî aconsejaba a sus discípulos y a los musulmanes en general “morir”: morir para lo Harâm (a todo lo que el Islam declara prohibido), morir luego para la Shubha (que es lo de condición incierta, lo dudoso, lo que no se sabe a ciencia cierta si está prohibido por el Islam o no), morir para lo Mubâh (lo permitido), morir después para lo Halâl (lo bueno), y morir finalmente para todo lo que no sea Allah. Se trata de las cinco muertes a las que se refiere en muchos de sus textos. Morir es la condición para resucitar. Morir quiere decir que todo lo anterior deje de apoderarse del corazón. El musulmán sincero se aparta de lo Harâm sin lamentarse, se aparta de la Shubha para evitarse dudas, se aparta de lo Mubâh para no rondar lo prohibido, y disfruta de lo Halâl sin obsesionarse por lo bueno, para finalmente consagrarse a Allah. Estas son las muertes que, cuando son interiorizadas, acercan al hombre a Allah y lo hacen intimar con Él, porque su corazón ya no está distraído.

Al-Yîlânî llamaba también a esas muertes “sueño”. Decía: “Ven; duerme junto a mí y me verás”. A este proceso, los sufíes lo llaman Fanâ, aniquilación del ego. Cuando muere el ego (el nafs), despierta lo que hay de verdadero en el ser humano, y esa es su resurrección, su eternidad (Baqâ). El Baqâ exige un Fanâ previo.

Los awliyâ son los que se han dirigido hacia Allah volviéndose sordos, mudos y ciegos. Han dejado de escuchar al mundo, no le hablan y ya no lo ven. Entonces es cuando escuchan a Allah, cuando hablan con Él y cuando lo ven. Son los que centran su atención en su Señor: “Los awliyâ tienen cara, pero no tienen espalda. Tienen “delante”, pero no tienen “detrás”. Son los sordos, los mudos, los ciegos. Son el argumento de Allah contra la gente el Día de la Resurrección”.

En resumen, entre los musulmanes hay quienes han aceptado verdaderamente el reto el Islam hasta alcanzar su fondo, y ahí se han hecho gigantes. Son los Awliyâ, los Ahl Allah, la Gente de Allah. Son quienes han desentrañado el Tawhîd, el Secreto de la Unidad, y en él han cerrado el círculo de sus existencias. Son los continuadores del Profeta (s.a.s.), sus herederos, su sombra, los renovadores del Islam, los convocadores de la humanidad. De ellos, al-Yîlânî dijo:


Hombres que han asentado sus tiendas en el campamento de Laila,
y han probado en el Amor sus más amargos sabores.
Hombres que de día son los leones de la selva
y de noche, cuando es densa la oscuridad, son monjes.
Hombres que ayunan cuando el sol es insoportable,
y reservan para la noche el lamentar sus faltas ante su Señor.
Hombres a los que nada entretiene,
y no se contentan con alcázares en el alto paraíso.
Hombres cuyos huéspedes no sufren desdén
y no lo lamenta el que se sienta junto a ellos a escuchar.
Hombres que recorren valles
y cruzan selvas buscando el Encuentro.


La gradación de los awliyâ

Con los primeros autores sufíes ya aparece la idea de una clasificación y orden en la Wilâya, en función del grado de Proximidad a Allah. Se trata de una especie de jerarquía espiritual -que jamás se materializa en una institución formal- que va desde el simple principiante (el murîd) pasando por los abdâl hasta alcanzar las cumbres en el Qutb, el Gáuz y el Siddîq. Reservamos para más adelante hablar detenidamente de estos tres últimos términos, pero aquí debemos aclarar el concepto de bádal (en plural, abdâl).

Como ya se ha señalado, todos los musulmanes son awliyâ, están dentro del círculo de aquellos que han emprendido un Camino (Tarîq) hacia Allah. La práctica llana del Islam es de sí todo un método en el que el comportamiento y la personalidad se van refinando y el corazón se purifica en un proceso por el que se avanza siendo su comienzo la obediencia hasta que esta se transforma en amor. La intimidad con Allah provocada por el amor es el siguiente paso con el que se entra en la Wilâya particular. Hasta ese momento, el saber y la práctica se han ido recogiendo de la Revelación (el Corán y la Sunna), es decir, el musulmán se ha atenido al Mandato de Allah (el Amr). Pero a partir del instante en que el amor lo sumerge en su Señor, su inspiración la recoge de la Acción de Allah (Fi‘l), es decir, ya no solo escucha lo que Allah le ordena sino que se entrega por completo y fluye con Allah. La Ley le ha servido para acercarse, y ahora la Sharî‘a se convierte en su voluntad misma. Se trata de una sustitución que da origen al término bádal. Ha tenido lugar una trasformación (bádal), palabra que sirve de nombre a quien tiene lugar en su seno ese cambio y avanza con un espíritu nuevo hacia Allah. Es el que ha dejado de forcejear consigo mismo y ha encontrado la paz en su seguimiento del Islam.

El bádal ha entrado en la privacidad, habiendo dejado atrás al peregrino que había sido hasta entonces. Es un wâsil, alguien que ha llegado y ha comunicado con su Señor. Ha llegado a un punto en el que su voluntad (irâda) ha sintonizado con la Voluntad (Irâda), y su existencia es otra, él es otra persona (matices todos ellos concentrados en el término bádal, que ha suscitado interpretaciones místicas como la de que el bádal es el que ha cambiado de forma y ha dejado su sitio a otro semejante a él, etc.): “Ha amanecido, y ya no tengo mis antiguas esperanzas y deseos. Espero, pero ya no aguardo nada prometido”.

Esta sustitución de su voluntad en el principiante va acompañada de rupturas sorprendentes con la vida habitual. En los textos sufíes se nos dice que el bádal lo es a partir del momento en que la tierra se pliega bajo sus pies y puede recorrer distancias enormes en poco tiempo. Es el Tay al-Ard, el repliegue del mundo formal ante el que lo ha trascendido. El Imâm al-Yîlânî dijo: “La tierra entera está bajo mi juicio, está en mi puño como un polluelo de paloma. Cubro con un paso la distancia que separa el nacimiento del sol de su lugar de ocaso. La salida del sol en el remoto horizonte y luego su puesta, son para mí el instante de un paso, y son como una pelota con la que juego sobre la palma de mi mano. Voy con ellos, cubriéndolos en un solo parpadeo”.

Estos signos acompañan necesariamente al que sumerge su ser en la plenitud de lo infinito. Es más, su ausencia indicaría lo contrario, pues quien se ha trasformado vive la trasformación del mundo en su propio ser. Lo que antes era penoso, se torna sencillo; lo que antes exigía esfuerzo, ahora está sumido en la instantaneidad.

En medio de este mundo, los abdâl están inmensamente lejos de la severa rigidez de la naturaleza de las cosas. Han retirado el velo de la causalidad para contemplar el Poder Creador, para el que no hay leyes. Son singulares entre el común de la gente, que se afana en una cotidianidad de la que los abdâl solo participan aparentemente. Sus cuerpos siguen entre las gentes, pero sus corazones nadan en un universo cuyo ritmo es la Libertad de Allah. Los prodigios que realizan (las karâmât), como recorrer distancias en poco tiempo, volar, ser invisibles, amansar fieras, sanar a enfermos, son dones que les son hechos que acompañan sus propias experiencias.

La Karâma

Karâma viene de Káram, generosidad. Se trata de una dignidad conferida por Allah al wali, el que se ha acercado a Él, con el que honra su esmero. Se traduce en carismas, milagros y prodigios que tienen lugar a manos de los awliyâ. El concepto de Karâma puede ser analizado a diversos niveles. Para empezar, es una distinción con la que el wali se sabe respaldado por Allah. Por otro lado, es el concomitante necesario de su propia trasformación. Su equivalente en un profeta es la mú‘yiça, el milagro con el que un enviado desafía a su pueblo y lo obliga a aceptarle. Pero mientras la mú‘yiça cumple una función social y entra dentro de la historia de los profetas como actos que demuestran su sinceridad, la karâma del wali pertenece al ámbito de su intimidad y su relación con Allah. Con la mú‘yiça de un profeta, Allah se ofrece a la humanidad; con la karâma del wali, Allah acompaña el proceso del que se acerca a Él.

Mientras la gente duerme, el sufí pasa las noches en vela consagrado a la meditación y adorando a su Señor. Mientras la gente come, el sufí ayuna para sumergirse en la contemplación de su Señor. Todos sus pasos han ido dirigidos hacia Allah, y ello lo ha sacado definitivamente del mundo del común de los hombres. Se ha purificado más de lo que ha hecho el resto de los musulmanes, y ello lo ha introducido en un espacio reservado a aquellos que avanzan hasta quedarse a solar, gracias a su resolución, con la Verdad que genera todas las cosas. Y ahí es donde esa orientación da un fruto que es la karâma, según un hadiz en el que Allah mismo dice: “Aquél que se me acerca con actos de su voluntad más allá de lo que Yo he ordenado a todos, hace que Yo me acerque a él. El que me ama hace que Yo le ame. Y aquél al que amo, me convierto en el ojo con el que ve, el oído con el que oye, la mano con la que toca, el pie con el que camina”. En otro hadiz, Allah añade: “...y se convierte en un servidor señorial que, cuando dice a algo ‘sé’, esa cosa es”.

El Imâm al-Yîlânî definió la karâma así: “La karâma es el resultado de la proyección de la luz de la verdad sobre el corazón del wali, una luz que proviene del manantial de la Luz Universal mediada por un desbordamiento trascendente. Se materializa al margen de la voluntad del wali. Con esa luz con la que refuerza su corazón, Allah realiza, por medio de los awliyâ, prodigios y milagros”.

Las karâmât aparecen al poco de iniciarse el sufí en la severidad del Camino. Cuando rompe decididamente con el mundo formal, crece la fuerza de su corazón y el poder de su aspiración (himma), que lo está trasformando personalmente, revierte sobre lo que le rodea y comienza a obrar prodigios que van creciendo en intensidad. Pero tal vez aún no esté preparado para asumir el verdadero significado de la karâma y ésta, en lugar de ser un signo, se convierte en un peligro que amenaza su avance. Efectivamente, la soberbia puede apoderarse del principiante y desviarle, y vuelve al mundo revestido de un poder del que pretenda sacar provecho personal. En realidad, en esa fase, la karâma no es tal, sino que ha sido una prueba (istidrây) en la que ha fracasado. En los primeros instantes es imprescindible la asistencia del maestro que reoriente al discípulo, obligándole a ocultar e incluso volver la espalda a lo que le sucede y pueda así continuar su camino.

Todos los maestros sufíes coinciden en recomendar mantener en secreto la karâma de la que disfrute algún discípulo. Es más, enseñan que al igual que Allah ha ordenado a los profetas hacer milagros en público, a los awliyâ les ha ordenado guardar los suyos en secreto. En definitiva, el mayor de los obsequios que Allah hace a los suyos, la mayor de las karâma-s es la rectitud (istiqâma), y así se dice que la mejor karâma es la istiqâma, que consiste en actuar conforme al canon del Profeta. Shantufi y Yâfi‘î cuentan que en cierta ocasión el Imâm al-Yîlânî contó que había venido hasta él un joven volando en el aire con la intención de arrepentirse de sus faltas; alguien que estaba oyendo las palabras del Imâm se quejó diciendo que de qué podía arrepentirse alguien que pudiera volar como fruto de su devoción, y el Imâm le respondía: “Vino a arrepentirse de volar”.

En cualquier caso, la karâma, bien entendida, es un obsequio de Allah con el que respalda al sincero, afirmándolo en su rango haciéndole estar al margen de las reglas que rigen el universo. La karâma es un signo positivo cuando recompensa los esfuerzos del wali, el cual ha debido cumplir rigurosamente con las órdenes dadas por Allah a través de la Revelación, es decir, ha seguido estrictamente la Sharî‘a, profundizando con severidad en ella hasta que esta le ha abierto las puertas de otro mundo.

El Taklîf

La palabra Taklîf significa encomienda. Allah ha ordenado a toda persona adulta en uso de sus facultades racionales (el mukállaf) obedecer al Corán y a la Sunna (la Sharî‘a, la Ley). Todo mukállaf, por tanto, tiene la obligación de someterse a la Sharî‘a. El Taklîf, la orden de ajustarse a la Ley pesa sobre todos los musulmanes adultos en posesión de sus facultades racionales, sin excepción. Ahora bien, pues la Sharî‘a es un camino, ¿se mantiene el Taklîf una vez que se haya alcanzado la meta, que no es otra que la Presencia de Allah?

Con mucha frecuencia se ha acusado a los sufíes de haber sostenido que el Taklîf desaparece una vez el aspirante haya conquistado a su Señor, quedando entonces abolida la Sharî‘a para él, pero esto es falso. El Imâm al-Yîlânî dijo: “Las prescripciones no son anuladas en ningún caso”. Así, pues, todo lo contrario, los maestros coinciden en señalar que el ajustamiento a la Ley se hace aún más intenso a partir del momento en que el sincero se pone ante Allah.

Lo que sí es cierto es que los sufíes enseñan que la Sharî‘a cambia de función. Mientras que para el principiante es un camino en el que debe domeñar sus inclinaciones hasta conformarlas a la Voluntad de Allah, superando los estados de negligencia, pereza y comodidad, haciendo un constante esfuerzo por mantenerse recto sobre la Ley, la Sharî‘a, para el que ha alcanzado la meta, se trasforma en un don de Allah sobre el que reposa. Por ello, el Profeta (s.a.s.) enseñó que el Salât, para él, era fuente de alegría, descanso y ‘frescor para sus ojos’. Mientras que el principiante debe hacer un esfuerzo y estar atento a las normas, el wâsil, el que ha llegado hasta Allah, disfruta directamente de las bendiciones que emanan de cada orden de la Ley. En realidad, eso es a lo que se llama wusûl: a lo que llega el sufí es a la bondad contenida en aquello que al principio requiere de un esfuerzo. Alcanza el fruto tras haber trepado por el árbol.

El Taklîf, la orden dada por Allah para que toda persona adulta en uso de sus facultades mentales se mantenga ajustado a la Ley, tiene, por tanto, una vigencia absoluta en todo momento y en toda circunstancia. Es más, el que está inmerso en la contemplación de la Verdad debe interrumpir su retiro para cumplir con las demandas de la Sharî‘a, que consiste en hacer justicia a las exigencias de cada realidad. No sólo el espíritu debe ser alimentado con el paladeo de las esencias, sino que el cuerpo tiene derechos que hay que atender, así como a los seres que rodean al sufí. Desatender esos derechos sería una negligencia que anularía el sentido de unidad que debe regir todas las aspiraciones del sufí. A esto se le llama Hifz al-Hudûd, la atención que debe ser prestada a los límites. Todo tiene un límite que debe ser observado, y la Ley es la que marca los derechos y los deberes.

A pesar de estar todo lo anterior claro en las enseñanzas de los sufíes, las extravagancias de algunos han hecho suponer que los maestros sostenían la Suspensión de la Ley (Isqât at-Taklîf). Efectivamente, la inmersión en el Fanâ (la muerte del yo en la Verdad de Allah) provoca a veces una enajenación que no permite atender a las exigencias de la Sharî‘a. Se trata del caso del loco de Allah (el maÿdzûb) que pierde el discernimiento en medio de la pasión. Pero el maÿdzûb queda eximido del cumplimiento de la Ley por su misma condición al haber perdido el dominio sobre su razón. No obstante, el maÿdzûb no es nunca maestro y no formula un pensamiento coherente. Perdido en la Unidad Esencial, no tiene contacto ya con el mundo formal por designio de Allah mismo, que ha decidido quedarse con él. Es un ser bendito al margen del universo, pero no representa al Camino. Fuera de estos casos excepcionales, el sufí está obligado a mantener los límites y respetar las formalidades de la Ley, siendo el estado de quien reúne en su ser la Esencia y la ley el más completo de todos, y es el caso de los Perfectos (Kúmmal), a semejanza del Profeta (s.a.s.).

Los excesos de los maÿdzûb, sin embargo, han servido de pretexto a los que acusan a los sufíes de zándaqa, es decir, de abolición de la Ley. Es falsa esa acusación, pero ha perseguido a muchos maestros cuyas enseñanzas han sido confundidas al no tener en cuenta el nivel al que hablaban o los casos a los que se referían. Pero una análisis atento y justo demuestra con facilidad que jamás negaron la vigencia perpetua del Taklîf; es más, tal como hemos visto, sostuvieron que conforme se avanza en el Camino la asunción de la Ley se intensifica.

Wilâya y Nubuwwa

La Wilâya, junto a su definición y estimación de su rango en el conjunto de la comunidad musulmana, ha sido objeto de estudios pormenorizados en los tratados sufíes. Consiste en una estrecha intimidad con la Verdad que alza espiritualmente al hombre por encima del común de sus contemporáneos. La Wilâya es un mundo misterioso que rompe con lo que resulta familiar a las personas comunes. El wali, el que ha entrado en el terreno de la Wilâya, es un sabio cuya presencia bendice la tierra. Está rodeado de secretos, si visión penetrante recoge lo que hay de esencial en las cosas, su aspiración abate obstáculos, y es venerado por los que reconocen los signos de la Wilâya. Con frecuencia, el wali se rodea de discípulos, crea escuela y su nombre atraviesa el tiempo. Su tumba es un lugar de reuniones, y su magisterio se mantiene incluso después de muerto. Pero lo más importante, es la razón de la Wilâya, la clave de su existencia. La Wilâya es un compromiso que vincula entre sí al hombre concreto con el Señor de los Mundos, y lo rescata de la ignorancia, la idolatría y la dejadez. Es, por tanto, un trastrocamiento absoluto que deja al descubierto aquello de lo que es capaz el ser humano en su profundidad más abismal.

Por su parte, el Nabí, un profeta, es aquél al que Allah ha elegido para trasmitir un mensaje entorno al que nace una nación. Se dirige a su pueblo, o a la humanidad entera (como en el caso de Sidnâ Muhammad -s.a.s.-), y es jefe de una comunidad que atiende a todas las necesidades de la vida del hombre. La Nubuwwa, la profecía, cumple una función social, aparentemente de rango inferior a la de la Wilâya. Pero esto es así solamente en apariencia, y esto ha llevado a confusiones que son origen de otras acusaciones vertidas contra el sufismo que vendría a enseñar que el grado de la Wilâya es superior al de la Nubuwwa. Pero en realidad -y en ello también coinciden todos los maestros-, el grado de la Nubuwwa es infinitamente superior al de la Wilâya.

Para empezar, la Wilâya está subordinada a la Nubuwwa. Un Nabí sirve de iniciador para toda la gente, y proporciona un mensaje que, leído según el nivel de cada cual, ofrece respuestas para cada necesidad concreta. El que está destinado a la Wilâya encuentra en la enseñanza del profeta las claves que desencadenarán su evolución espiritual, al igual que aquél que sólo aspira a una reconciliación con su Señor halla en las palabras del profeta consuelo y una vía sencilla. Pero, en cualquier caso, la Wilâya surge en el seno de un mensaje profético anterior. Es más, la Wilâya es el espíritu que el profeta lega a su comunidad, para aquellos que deben alcanzarla. Podría decirse que la Wilâya es la parte interior de la Nubuwwa, la cual es lo que da cuerpo a ese espíritu y lo hace posible. Por tanto, cada wali es deudor del profeta que lo haya inspirado.

Muy por encima del sufismo y la Wilâya, los anbiyâ (profetas) son arquetipos para los awliyâ, y con ello surge la noción de Qádam, el Pie del Profeta. En su progreso espiritual, un sufí perfecciona una virtud en concreto que tiene su cumbre en la experiencia espiritual de alguno de los profetas. Se dice entonces que pone su pie sobre el Pie de un profeta, alcanzando la cumbre de esa perfección. Con ello, ese sufí se hace Qutb, el Polo o Eje de una Virtud. Así, la Generosidad era el secreto de Abraham, la Satisfacción era el secreto de Isaac, la Paciencia era el de Job, la Alusión era el de Zacarías, el Exilio era el de José, la Lana era la virtud de Juan, el Desapego era el secreto de Jesús y la Pobreza era la virtud de Muhammad (s.a.s.). Por ello, en la literatura sufí encontramos expresiones como la de que tal era ‘isawi o tal otro tiene tuvo una espiritualidad yûsufí, etc., en referencia al profeta modelo de su conquista espiritual, habiéndose asentado sobre su Pie. La plenitud absoluta está en el Pie Muhammadiano, que corresponde al Polo de los Polos (el Gauz).

El espíritu de cada profeta, por tanto, es un arquetipo para el sufí, estando ese nivel por encima del rango de la Wilâya. La Nubuwwa tiene un valor ejemplar que la sitúa en el horizonte de aquello a lo que aspira el sufí, pero además la Nubuwwa tiene otras dos características que la hacen singular y definitivamente la diferencia de la Wilâya.

Para empezar, el Nabí ha sido elegido por Allah. Mientras que la Wilâya puede ser alcanzada por el esfuerzo humano, la Nubuwwa es un don que depende de la liberalidad de Allah. La Wilâya es una recompensa, pero la Nubuwwa es puro desbordamiento de la Verdad, y lo que Allah da es mejor que lo que el ser humano puede ganar.

A ello hay que sumarle otra característica que hace de la Nubuwwa algo especial. La Nubuwwa va acompañada de ‘Isma, una especial protección que hace de los profetas hombres infalibles. Efectivamente, para poder cumplir su misión, un profeta no puede equivocarse ni cometer deslices, pues cada uno de sus actos es ejemplo para su nación. Para ello, Allah lo resguarda de un modo que lo pone a salvo de cualquier error o torpeza. Cada profeta es un Ma‘sûm, alguien inhabilitado para el error y la torpeza. Tal característica no es necesaria en un wali, cuya perfección es un asunto personal. Ciertamente, el wali goza de una protección, el Hifz, con la que Allah lo protege hasta cierto punto, pero que no lo pone a salvo del error y la torpeza de modo definitivo, quedando así distinguidos los dos rangos, el del walí y el del nabí.

viernes, 28 de marzo de 2008

Media Naranja

Venimos solos a este mundo y nos vamos solos. Todo este "estar juntos" es una ilusión. La misma idea de "estar juntos" surge porque estamos solos. Queremos ahogar nuestra soledad en una relación... Por eso nos involucramos tanto en eso que llaman amor o egoísmo de a dos. Trata de ver el hecho. Ordinariamente piensas que te has enamorado de una mujer o de un hombre porque ella es hermosa, él es hermoso. Esta no es la verdad. La verdad es precisamente lo opuesto: te has enamorado porque no puedes estar solo, temes estar solo o no te gusta o te han programado culturalmente para rechazar en tu mentnte la idea de estar solo; de todas formas ibas a caer. Ibas a escaparte de ti mismo, de una u otra manera; y hay gente que no se enamora de las mujeres o de los hombres: se enamora del dinero. Empiezan a buscar dinero o una posición de poder: se vuelven políticos. Esto también es escapar de tu soledad. Si observas al hombre, si te observas a ti mismo profundamente, te quedarás sorprendido; todas tus actitudes se pueden reducir a una sola cosa: el asunto es que tienes miedo a tu soledad. Todo lo demás no es sino una excusa.
Alguna noche vas a encontrar a tu alma gemela, la persona perfecta que va a satisfacer todas tus necesidades y calmar todos tus sueños, ¿verdad? ¡Falso! Esta fantasía que poetas y trovadores son tan aficionados a perpetuar tiene sus raíces en secuencias del vientre materno, en donde estábamos tan seguros y éramos uno. Luego la sociedad para mantenernos insatisfechos y productivos nos presiona para que formemos familias. Para ello nos mutiló sexualmente desde el seno materno: varones serán las personas con pene y mujeres las personas con micropene o clítoris. No sorprende el que hayamos anhelado llegar a ese lugar todas nuestras vidas, pero, para exponerlo un tanto de manera brutal, es un sueño infantil. Y es sorprendente que sigamos aferrados a él tan insistentemente, ignorando la realidad. Nadie, bien se trate de tu compañero actual o de un compañero soñado en el futuro, tiene ninguna obligación de entregarte tu felicidad en una bandeja; tampoco podría hacerlo aún cuando quisiera. Buscar tratar de resolver muchas necesidades dependiendo de otro da pena.

Celebremos nuestra libertad, salgamos del molde que nos programó; pues en verdad a cada alma de este mundo se la puede considerar como "nuestra alma gemela"

miércoles, 6 de febrero de 2008

Los Evangelios Imaginan

Según el evangelio de Juan, Jesús visitó Jerusalén por lo menos cuatro veces, pero los evangelios sinópticos (Marcos, Lucas y Mateo) nos aseguran que él viajó a esa ciudad solamente una vez...

En cuanto a la magnitud del ministerio de Jesús la opinión de evangelios sinópticos dice un año, pero Juan afirma que fueron tres años. Según los evangelios sinópticos, llegamos a la conclusión que el Salvador realizó sus obras principalmente en Galilea, pero Juan nos informa que fue en Judea el lugar principal donde Cristo cumple su ministerio...

La crucifixión también es incierta. Una historia fija la hora a las nueve de la mañana (Marcos 15; 25 a la tercera hora), mientras otra historia dice que ocurre a la sexta hora (Lucas 23; 44 al mediodía). Se alega que Jesús predijo que pasaría tres días y tres noches en la tumba, pero en las historias sinópticas del evento, como según se dice que ocurrió, el tiempo se dice que fue un día y dos noches, es decir, un día y medio...

Si investigamos en cuanto a quién visitó primero la tumba, notamos cuatro respuestas diferentes. Juan dice una mujer; Mateo, dos mujeres; Marcos, tres mujeres y Lucas, una cantidad imprecisa de mujeres. Cuando se pregunta qué mujer halló la tumba, nosotros recibimos otra vez cuatro respuestas. Mateo afirma que ellos vieron a un ángel, mientras que Marcos asegura que fue un hombre joven. Según Lucas, las mujeres vieron a dos hombres. Y según Juan dice que vieron a dos ángeles. Estas mujeres también vieron a Jesús si creemos en la cita de Mateo (capítulo 28), pero si le damos crédito a Lucas (capítulo 24), las mujeres no vieron a Jesús...
Tampoco hay unanimidad con respecto al número exacto de días que llevó la resurrección y la ascensión. El tiempo transcurrido fue solamente un día si seguimos a Lucas; y por lo menos diez días si tomamos los escritos de Juan. El “Libro de los Hechos”, prolonga a éste período en cuarenta días. Puesto que el Evangelio según Lucas y el Libro de los Actos, se dicen que, pudieron haber sido escritos por el mismo autor, estas discrepancias son realmente desconcertantes. Según la Santa Escritura, Jesús el Cristo terminó su peregrinaje terrenal ascendiendo al cielo. El lugar exacto de su ascenso es aparentemente desconocido. El ascenso ocurrió en Jerusalén si Marcos escribió correctamente. No es así pues si Lucas dice la verdad, porque él dice que estaba en Betania cuando ocurre. Los hechos (1:12) dan al Monte de los Olivos como la escena del acontecimiento trascendental. Obsérvese que Mateo y Juan no hacen ninguna mención referente a la ascensión del Cristo Jesús, que ocurre en el “Sporium Addendum” de Marcos (los últimos doce versos, que no están en el manuscrito original) ni tampoco la versión de Lucas en los “Códigos Sinácticos”, un manuscrito del siglo cuatro que actualmente se encuentra en el Museo Británico.
Los escritores de los Evangelios nos dan tres opiniones sobre la naturaleza de Jesús. Marcos lo ve como el hijo del Hombre. Mateo y Lucas lo adoran como como el Hijo de Dios, y Juan los considera el mismísimo Dios.

El Jesús histórico genera muchas dudas, éstas son sólo algunas (Jesús y sus visitas a Jerusalen, Jesús y el tiempo que duró su ministerio, Jesús y la hora de su crucificción, Jesús y quienes supuestamente lo visitaron en el sepulcro...).

A través y más allá de todas estas contradicciones si uno mira la historia del cristianismo, es interesante tomar nota de que hoy existen personas que no creen que el Jesús histórico haya existido. Pero que consideran que un Cristo teológico, un Cristo elaborado como modelo ideal de un ser humano divinizado al que todos podemos acceder, es válido.

De hecho consideran que hasta los evangelios han sido intentos humanos de señalar y predicar valores altamente dignificantes en lo personal, y considerablemente válidos para toda sociedad que desee salir de la espiral de violencia en la que la humanidad aún hoy está inmersa.

¿Es válido imaginar un dios humano, un ser humano ideal, y proponerlo con humildad como modelo?. Creo que es válido siempre y cuando no se manipule a nadie ni se deliren historias de castigo eterno, ni se busque atrapar conciencias por medio del juego de la "culpa-perdón" a personas para formar cultos en los que administran el perdón y el único camino hacia la realización.

domingo, 13 de enero de 2008

Jesus es un Mito

La vida de Jesus es un gran acto de plagio mitológico; tiene puntos en común con las biografías de varios dioses, semidioses y héroes de otras mitologías como por ejemplo Apolonio, Mithras, Hercules, Dionisio, Horus, etc. Otros hijos de dioses ya habían realizado todos los milagros que los evangelios atribuyen a Jesus.

Uno de los pilares de la creencia cristiana es Pablo. Este apostol desconoce completamente el contenido de los evangelios y en repetidas ocasiones los contradice. No hay nada que indique (en las epístolas de Pablo) que Pablo sepa de la existencia de un Jesus que supuestamente vivió en su tierra y casi que vivió mientras el vivía. En sus 7 cartas "verdaderas", sólo hay pocas alusiones a un Jesus terrenal, y casi todas sus referencias están en concordancia con el antiguo testamento. Según Pablo, Cristo habría venido a la tierra en un pasado indefinido, murió y resucitó como las escrituras lo habrían predicho. Pablo nunca se encontró con Jesus, sin embargo habria estado varias veces en Jerusalem y se habría reunido con personas que los evangelios dicen fueron los discípulos mas cercanos de Jesus...
¿Porque no les preguntó lo que había pasado? ¿Porqué no visitó los lugares donde las cosas pasaron?, y sobre todo ¿Porqué no contó en sus cartas esas experiencias?.
El silencio de Pablo es incomprensible si es que uno va a creer que lo que dicen los evangelios es verdad.

Dos textos que se han reeditado en España recientemente y pertenecen a la colección esotérica del Profesor Herrou Aragón:

"Jesucristo Nunca Ha Existido". Emilio Bossi (Milesbo)

Una de las obras más controversiales de principios del siglo XX.

Temas que aborda:

Cristo en la Historia. El silencio de la historia acerca de la existencia de Cristo. Las pretendidas pruebas históricas de la existencia de Cristo. Pruebas históricas contra la existencia de Cristo. Jesucristo no es persona histórica. Cristo en la Biblia. La Biblia no ofrece valor de prueba. Jesucristo es persona del todo sobrenatural. La misma Biblia habla de Cristo sólo simbólicamente. Jesucristo es un mito adaptado á las alegorías del Antiguo Testamento. Contradicciones esenciales de la Biblia acerca de Cristo. Absurdos esenciales de la Biblia acerca de Cristo. La moral sectaria de los Evangelios no es obra de un hombre, sino de la Teología. Cristo en la Mitología. Cristo antes de Cristo. La mitología del Antiguo Testamento tampoco es original. Origen y significación de los dioses redentores. Cristo es un mito solar. Formación impersonal del Cristianismo. La moral cristiana sin Cristo. La doctrina cristiana sin Cristo. El culto cristiano sin Cristo. Formación psicológica del Cristianismo. Cómo se produjo el triunfo del Cristianismo.

"Jesús es un Mito". Brandés, George.

La obra más controversial de George Brandés (Mauricio Cohen). Por prudencia publicó esta obra a sus 83 años y es, de lejos, el más criticado y censurado de todos sus escritos. A causa de sus ideas, en su juventud debió emigrar de Dinamarca hacia Alemania, donde pudo vivir una vida más tranquila y exponer con mayor tranquilidad sus ideas. Todo lector carente de prejuicios podrá sacar sus propias conclusiones.

Temas que aborda:

El Apocalipsis es un libro judaico escrito con anterioridad a los evangelios. Plagio total del Antiguo Testamento. Isaías. Daniel. San Pablo. La figura del doliente Mesías era la personificación del pueblo judío. Todo el mito está basado en al Antiguo Testamento. Deuteronomio. Zacarías. La crucifixión de Jesús. El Salmo 22. El misticismo del número 3. Cristo y Chrestus. Las epístolas de Pablo anteriores a los evangelios. El mundo judío saturado de ideas babilónicas. Influencias asirias e iranias. Reminiscencias del budismo. La madre de Jesús. Nacimiento y bautismo de Jesús. El misticismo del número 40. Los milagros de Jesús. Barrabás. El sermón de la Montaña. La moralidad de los evangelios. Las parábolas. El Talmud. Las profecías del apocalipsis. Isis y Horus.