miércoles, 3 de octubre de 2007

La madre de Constantino y un monje anónimo ayudaron a inventar a Jesús?

En el año 325 Santa Elena, la madre de Constantino, inventó un supuesto sepulcro de Jesús. A ella también le debemos el descubrimiento del titulus, el trozo de madera que llevaba inscrito el motivo de la condena de Jesús, y también el descubrimiento del Gólgota.
En tiempos de Constantino, sus seguidores Justiniano, Teodosio, y Valentiniano alentaron a los cristianos a saquear y quemar bibliotecas. Sabemos además que los documentos y cristianos y no cristianos que dan cuanta de una supuesta existencia real de Jesús son falsificaciones llevadas a cabo con habilidad, fruto de una estratégica consolidación: el culto permitido por el imperio.

Con 77 años de edad, la emperatriz Santa Elena marchó a Tierra Santa en busca de la Santa Cruz...es fácil imaginar la desesperación del obispo Macario de Jerusalén y centenares de devotos: venía la Emperatriz, "habrá que encontrar todo lo que ella desee, sin dudas se encotrará lo que sea". Y encontraron la cruz de Cristo!. La madera fue hallada a pesar de los 300 años que pasaron. Hasta pasó a la "historia" el hecho de que en las calles de Tierra Santa la madre de Constantino y un grupo de cristianos sacaron la cruz hallada en procesión y al hacerlo, se cruzaron con una viuda que llevaba a enterrar a su hijo; le acercaron la reliquia y éste resucitó...

NADA de lo que perdura de aquella época es confiable; todo el archivo cristiano es una falsificación ideológica. Incluso los "testimonios" no cristianos de Flavio Josefo, Suetonio y Tácito que en sus obras se encuentra una mínima referencia a Jesús; son falsos. Testimonios y serios estudios llevados a cabo por expertos dan cuenta de que un monje anónimo convertido en colaborador romano vuelve a copiar el texto Antigüedades Judaicas, y que cuando tiene en sus manos un original de los Anales de Tácito o de la Vida de los Doce Césares de Suetonio, se asombra pues se habla de Jesús y agrega de su puño y letra un pasaje. Hoy a esto no se lo toleraría pero en aquella época era normal y hasta saludable. (Michel Onfray, Tratado de Ateología, 2005 París, Francia)