La idea mesiánica nace en el zoroastrismo, el antiguo culto dualista de los persas, en algún momento de la primera mitad del último milenio anterior a nuestra era. Para los persas, había dos principios opuestos en el mundo, el Bien (identificado con la Luz) y el Mal (la Oscuridad). En el fin del mundo, un enviado celeste, Saoshyans, hijo milagroso de Zoroastro, liderará a los Hijos de la Luz a la victoria sobre los Hijos de las Sombras, en el marco de una resurrección general de los muertos. Por primera vez, la idea de victoria sobre la muerte aparece asociada a un Fin de los Tiempos apocalíptico.
La palabra mesías proviene del hebreo, y significa "ungido", o sea elegido (su versión griega es christos). El concepto, bajo la influencia persa, comienza a tomar forma en el siglo VI A.C., en la época del cautiverio babilónico. La esperanza mesiánica nace de lo más hondo de la desesperación del pueblo judío; un pueblo oprimido que sueña su libertad y alimenta la idea de un rey propio, de un ungido que lo conduzca en tiempos de prosperidad. (como puede notarse al leer el Libro de Isaías). El mesías, un rey descendiente de David, nacido en Belén, será enviado por Jehová para restaurar el reino perdido de Israel y servir de guía a toda la humanidad.
A diferencia del pacífico mesianismo del Libro de Isaías, los esenios, integrantes de una secta que había sido influida por el zoroastrismo y que existió entre los siglos II A.C. y I D.C., creían que un Hijo de la Luz libraría a Israel del yugo del opresor de turno (los romanos) en una guerra sangrienta en la que morirían todos los gentiles, así como los judíos que no obedecieran los mandatos de Jehová tal como los expresaba la secta.
El desarrollo de la Idea Mesiánica se fundamenta en la llegada de una “figura mesiánica, escatológica, celestial, Hijo de David, Hijo de Dios, Elegido de Dios”, que aparece claramente dibujada desde la época Ínter testamentaria hasta la caída del Templo de Jerusalén en el año 70 d.C.
La idea del Mesías no brota repentinamente en un momento histórico dado, sino que responde a una lenta evolución conceptual. Comienza siendo una noción muy material y nacional, que va espiritualizándose a lo largo de los siglos, hasta llegar a la idea de la redención escatológica (del final de los días) que conocemos hoy.
Un poco de historia. Una suceción de sueños humanos de libertad política inventa, sueña y alimenta la idea de un Mesías:
a) Primer Templo (s. XI-VI a.e.c.)
En el apogeo del reino de David, extenso, estable y próspero, nace la idea de que Dios lo ha elegido para que su descendencia reine eternamente, o como lo expresara él mismo: "(Dios) otorga a Su rey grandes victorias y es misericordioso para con su Ungido ( mashíaj ) y su simiente, para siempre."
Con el colapso del reino, la doctrina requiere una reformulación, que aparece al final del libro del profeta Amós: "En aquel día levantará el tabernáculo de David, ya caído, y volverá a edificarlo como en la antigüedad". La Casa de David volverá a reinar algún día sobre Israel.
Isaías, por su parte, cambia el énfasis. Importa menos la perpetuidad de la dinastía restaurada, que las cualidades del futuro rey. "Para paz sin fin se sentará en el trono de David, a fin de sustentarlo con juicio y justicia, desde ahora y para siempre". Paz y justicia: esta modificación sustancial permite inaugurar una nueva época en la evolución de la idea.
b) Segundo Templo y Rabinismo (s. VI a.e.c. - s. V e.c.).
El pueblo hebreo en armas se rebela contra el mayor imperio. La lucha de Israel se hace firme para confrontar la tentación del helenismo. Una vez que se consolida la rebelión macabea, Aristóbulo se hace coronar rey y así fortalece las esperanzas de un real y efectivo retorno al trono davídico. Su descendiente se perfila como un agente divino, cuyos actos extraordinarios probarían su ascendencia. La idea de la salvación escatológica comienza a tener preeminencia.
Una vez destruido el Templo por los romanos, el Mesías pasa a ser el rey que redimirá a Israel en el clímax de la historia humana. Se separan claramente las dos ideas (la nacional y la escatológica) y aparece de este modo una figura mesiánica secundaria, el pre-Mesías de la tribu de Efraim ( Mashiaj ben Iosef ). Este morirá en combate contra los enemigos de Israel antes de la redención universal anunciada por el Mashiaj ben David . Como el Mashíaj ben Iosef es eminentemente terrenal, no casualmente el Rabino Abraham Kuk se refirió a Teodoro Herzl en términos que lo asociaban a la idea.
Hubo para ello un precedente muy significativo, según el modelo de un líder espiritual "mesianizando" a un conductor político coetáneo suyo. Cuando la rebelión de Bar Kojba termina en el fracaso, se disipa con ella la última esperanza de liberación contra los romanos. Bar Kojva había sido proclamado como Mesías por nada menos que Rabí Akiva.
A partir de entonces, la idea mesiánica comienza a espiritualizarse más y, según lo señala Iosef Klausner, termina por superar a la idea nacionalista.